18/09/2017, 16:36
—Necesito de algunos sujetos que se infiltren en la “casa de las reales fantasmagorías” y lo averigüen todo sobre cómo funciona aquel espectáculo.
El peliblanco escucho aquello y decidió reincorporarse a la conversación:
—Eso parece sencillo… demasiado sencillo como para necesitar recurrir a personas como nosotros —señalo con calma.
—Aun te falta mucho, muchacho; toma tiempo aprender que en este negocio las cosas no suelen ser lo que aparentan: No todo lo que pasa es lo que parece y no todo lo que parece es lo que pasa.
Setsujiro hizo una seña a uno de sus hombres y este le alcanzo un sobre grueso con un montón de documentos. Los reviso superficialmente, como verificando que estuviesen todos, y procedió a colocarlo en la mesa, justo en frente y al alcance de los dos muchachos.
El Hakagurē tomo el sobre y extrajo la mitad de los papeles, dejando el resto para que Haru les echara un vistazo.
Lo que ahora tenía en las manos eran una serie de informes con detalles sobre aquella atracción. Algunos más largos que otros, y todos repletos de información sobre la ubicación, dimensiones y características de la “casa”. Nada parecía fuera de lugar, excepto por un hecho extraño: Al revisar las conclusiones, encontró que todas daban como inexplicable los sucesos de los que habían sido testigos… El joven de ojos grises levanto su mirada, como buscando una explicación a aquello.
—Esos son unos informes con los que pude hacerme gracias a mis contactos —aseguro, formando una expresión que daba a entender que había pagado mucho dinero por ellos—. Fueron hechos por algunos críticos profecionales y usuarios de prueba que presenciaron aquel espectáculo.
—Ya veo… ¿Y a que se refiere con “estado: atracción en desarrollo discreto”?
—Se refiere a que la atracción aún no está abierta al público en general; por ahora solo es visitada por un selecto grupo de sujetos de prueba que han de darle el visto bueno en cuanto a calidad y seguridad.
Eso arrojaba un poco de luz sobre las preocupaciones de aquel señor del espectáculo: Si la casa de las reales fantasmagorías resultaba tan increíblemente popular al estar en etapa de pruebas secretas, no era difícil imaginar el éxito que tendría cuando estuviese completamente inaugurada y cuando la prensa pudiese acercarse lo suficiente como para comenzar a redactar reseñas para todos los periódicos del continente.
En los documentos que habían quedado para Haru, había una larga lista de nombres e investigaciones de cada uno de los sujetos allí citados, algunas concluían en “desaparecido” y otras en “seleccionable”. Todos resultaban personas desconocidas, menos una en particular: el grueso de aquellas averiguaciones detectivescas estaban centradas en Kuyama Etsushi. Todo giraba en torno a sus movimientos financieros, viajes y reuniones… pero parecía no haber nada que delatase algo extraño.
—Lo sé, es un viejo zorro muy astuto y cuidadoso —dijo, como adivinando los pensamientos de Haru al leer todo aquello—. Desde que comenzó con aquella atracción se ha mostrado más cauteloso e inteligente que nunca, jamás revela nada a nadie y nunca deja rastro de sus actividades.
—Pues me permito corregirme: Esto comienza a verse tan complejo como intrigante… —opino con suma serenidad, y luego se giró hacia el pelirrojo—. ¿Qué piensas tú, compañero?
El peliblanco escucho aquello y decidió reincorporarse a la conversación:
—Eso parece sencillo… demasiado sencillo como para necesitar recurrir a personas como nosotros —señalo con calma.
—Aun te falta mucho, muchacho; toma tiempo aprender que en este negocio las cosas no suelen ser lo que aparentan: No todo lo que pasa es lo que parece y no todo lo que parece es lo que pasa.
Setsujiro hizo una seña a uno de sus hombres y este le alcanzo un sobre grueso con un montón de documentos. Los reviso superficialmente, como verificando que estuviesen todos, y procedió a colocarlo en la mesa, justo en frente y al alcance de los dos muchachos.
El Hakagurē tomo el sobre y extrajo la mitad de los papeles, dejando el resto para que Haru les echara un vistazo.
Lo que ahora tenía en las manos eran una serie de informes con detalles sobre aquella atracción. Algunos más largos que otros, y todos repletos de información sobre la ubicación, dimensiones y características de la “casa”. Nada parecía fuera de lugar, excepto por un hecho extraño: Al revisar las conclusiones, encontró que todas daban como inexplicable los sucesos de los que habían sido testigos… El joven de ojos grises levanto su mirada, como buscando una explicación a aquello.
—Esos son unos informes con los que pude hacerme gracias a mis contactos —aseguro, formando una expresión que daba a entender que había pagado mucho dinero por ellos—. Fueron hechos por algunos críticos profecionales y usuarios de prueba que presenciaron aquel espectáculo.
—Ya veo… ¿Y a que se refiere con “estado: atracción en desarrollo discreto”?
—Se refiere a que la atracción aún no está abierta al público en general; por ahora solo es visitada por un selecto grupo de sujetos de prueba que han de darle el visto bueno en cuanto a calidad y seguridad.
Eso arrojaba un poco de luz sobre las preocupaciones de aquel señor del espectáculo: Si la casa de las reales fantasmagorías resultaba tan increíblemente popular al estar en etapa de pruebas secretas, no era difícil imaginar el éxito que tendría cuando estuviese completamente inaugurada y cuando la prensa pudiese acercarse lo suficiente como para comenzar a redactar reseñas para todos los periódicos del continente.
En los documentos que habían quedado para Haru, había una larga lista de nombres e investigaciones de cada uno de los sujetos allí citados, algunas concluían en “desaparecido” y otras en “seleccionable”. Todos resultaban personas desconocidas, menos una en particular: el grueso de aquellas averiguaciones detectivescas estaban centradas en Kuyama Etsushi. Todo giraba en torno a sus movimientos financieros, viajes y reuniones… pero parecía no haber nada que delatase algo extraño.
—Lo sé, es un viejo zorro muy astuto y cuidadoso —dijo, como adivinando los pensamientos de Haru al leer todo aquello—. Desde que comenzó con aquella atracción se ha mostrado más cauteloso e inteligente que nunca, jamás revela nada a nadie y nunca deja rastro de sus actividades.
—Pues me permito corregirme: Esto comienza a verse tan complejo como intrigante… —opino con suma serenidad, y luego se giró hacia el pelirrojo—. ¿Qué piensas tú, compañero?