25/09/2017, 11:40
(Última modificación: 25/09/2017, 11:45 por Amedama Daruu.)
Taeko lanzó un shuriken, que golpeó en el centro de la espalda de Taiho. El hombre gimió de dolor, pero reaccionó un segundo después dándose la vuelta henchido de ira. Esquivó los otros dos shuriken con aire de prepotencia, pero la técnica magnética los atrajo sin que Taiho fuera siquiera consciente de lo que había pasado, y se clavaron en sus hombros. Pese a todo, aquella bestia humana no frenó y llegó hasta la frágil muchachita a paso acelerado.
—GRRRRRRRAAAAAAAAAAH. —Zarandeó su mano izquierda, lanzándola por los aires a una distancia increíble. Rodó hasta el cuerpo de Yubiwa, que, boca-abajo, resollaba con dificultad. ¡Resollaba con dificultad!
¡Eso significaba que Yubiwa estaba vivo todavía!
Taiho agarró el fuuma shuriken clavado en la piedra y lo desencajó con la facilidad con la que una hormiga levantaría un grano de arroz. Echó la diestra hacia atrás, sonrió sádicamente y lanzó el arma hacia Taeko. Cuando Taiho lo tocó, brilló con un resplandor de color violeta casi imperceptible.
—¡¡MUEEEREE, PUTAAA!!
...pero el fuuma shuriken dio la vuelta en medio del aire, atraído por el campo magnético que irradiaba Taiho. Sin quererlo, el guerrero había magnetizado el arma que finalmente sería su verdugo. El filo, limpio, atravesó su cuello de parte a parte y lo decapitó.
El hilo de chakra verde ya era sólo una final línea que no tardó apenas cinco segundos en desaparecer: había sido absorbido por completo. No habían conseguido sellarlo. Misión fallida.
Pero estaban vivos. Los tres.
—A... agu-a. Agua —balbuceó Yubiwa—. Llevadme a-al río. Quiero ver sus aguas por una última vez.
Yubiwa levantó la mirada.
Tenía el rostro demacrado por completo y sangraba profusamente. La alegría les duró poco: seguramente estaba apunto de morir.
¿Cumplirían sus últimos deseos? ¿Trasladarían a Yubiwa al río para que pudiera mirar las aguas de su tierra natal una última vez?
De pronto, Yota se dio cuenta de algo. Se dio cuenta de que había sido toda una injusticia que le hubieran hecho viajar a él sólo en el bote. Se dio cuenta de que no recordaba haber bajado a tierra. Se dio cuenta de muchas cosas. Pero también no se dio cuenta de otras tantas.
Por ejemplo, no se dio cuenta de que había olvidado que algo en su interior había hablado con él, de que había utilizado sus poderes. No recordaba gran parte de la pelea. Tampoco Taiko la recordaría, segundos más tarde. No se dio cuenta de que volvía a ser el genin de Kusagakure que era, no se dio cuenta de que a partir de ese entonces no recordaría, nunca más, que alguna vez había sido otro Yota, en otro lugar, en otro tiempo.
Con la influencia del hilo, se habían marchado todas esas sutilezas.
—GRRRRRRRAAAAAAAAAAH. —Zarandeó su mano izquierda, lanzándola por los aires a una distancia increíble. Rodó hasta el cuerpo de Yubiwa, que, boca-abajo, resollaba con dificultad. ¡Resollaba con dificultad!
¡Eso significaba que Yubiwa estaba vivo todavía!
Taiho agarró el fuuma shuriken clavado en la piedra y lo desencajó con la facilidad con la que una hormiga levantaría un grano de arroz. Echó la diestra hacia atrás, sonrió sádicamente y lanzó el arma hacia Taeko. Cuando Taiho lo tocó, brilló con un resplandor de color violeta casi imperceptible.
—¡¡MUEEEREE, PUTAAA!!
...pero el fuuma shuriken dio la vuelta en medio del aire, atraído por el campo magnético que irradiaba Taiho. Sin quererlo, el guerrero había magnetizado el arma que finalmente sería su verdugo. El filo, limpio, atravesó su cuello de parte a parte y lo decapitó.
El hilo de chakra verde ya era sólo una final línea que no tardó apenas cinco segundos en desaparecer: había sido absorbido por completo. No habían conseguido sellarlo. Misión fallida.
Pero estaban vivos. Los tres.
—A... agu-a. Agua —balbuceó Yubiwa—. Llevadme a-al río. Quiero ver sus aguas por una última vez.
Yubiwa levantó la mirada.
Tenía el rostro demacrado por completo y sangraba profusamente. La alegría les duró poco: seguramente estaba apunto de morir.
¿Cumplirían sus últimos deseos? ¿Trasladarían a Yubiwa al río para que pudiera mirar las aguas de su tierra natal una última vez?
De pronto, Yota se dio cuenta de algo. Se dio cuenta de que había sido toda una injusticia que le hubieran hecho viajar a él sólo en el bote. Se dio cuenta de que no recordaba haber bajado a tierra. Se dio cuenta de muchas cosas. Pero también no se dio cuenta de otras tantas.
Por ejemplo, no se dio cuenta de que había olvidado que algo en su interior había hablado con él, de que había utilizado sus poderes. No recordaba gran parte de la pelea. Tampoco Taiko la recordaría, segundos más tarde. No se dio cuenta de que volvía a ser el genin de Kusagakure que era, no se dio cuenta de que a partir de ese entonces no recordaría, nunca más, que alguna vez había sido otro Yota, en otro lugar, en otro tiempo.
Con la influencia del hilo, se habían marchado todas esas sutilezas.
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