15/10/2017, 18:10
El tiempo iba pasando lenta pero inexorablemente como el agua de un rio. Juro daba vueltas a la villa tan tranquilamente, con un ritmo apropiado para el aguante y no para la velocidad. Antes de que se diese cuenta era de noche, noche profunda, igual no tan profunda pero la cuestión era que empezaba a correr el fresco y que la parada que había hecho para comer empezaba a sonarle como un recuerdo lejano.
Llegó a un punto en que corría sin estar muy pendiente de casi nada, casi por inercia de todas las vueltas que daba, mantenía una distancia con el precipicio y ya. Hasta que chocó contra un muro y cayó de culo contra el suelo. Solo que no era un muro, sino el mismo que le había dado aquella absurda misión y que se disponía a darle la mano para levantarlo.
— Vaya, vaya, Juro-san. Volvemos a vernos. ¿Qué tal llevas mi encargo?
Llegó a un punto en que corría sin estar muy pendiente de casi nada, casi por inercia de todas las vueltas que daba, mantenía una distancia con el precipicio y ya. Hasta que chocó contra un muro y cayó de culo contra el suelo. Solo que no era un muro, sino el mismo que le había dado aquella absurda misión y que se disponía a darle la mano para levantarlo.
— Vaya, vaya, Juro-san. Volvemos a vernos. ¿Qué tal llevas mi encargo?