18/10/2017, 17:50
Toda la aldea era un caos con el revuelo que se había formado. La gente corría en todas direcciones buscando algún lugar seguro tal vez, pero más de uno halló su final en aquella revuelta. Entre ellos, algunos de los integrantes del clan prestigioso, el cual se había atrincherado en la enorme mansión que tenían por residencia, en su momento majestuosa, pero que ahora parecía más bien un castillo antiguo y muy deteriorado. En cada muro podía apreciarse perfectamente unas marcas negras a causa de fuego, fuego apagado recientemente a juzgar por el humo que emanaba.
Uchiha Akame se dirigió hacia aquella edificación con la intención de reencontrarse con su amada pero… ¿Realmente había ido a por ella? Él sabía perfectamente que aquella joven había sido exiliada de los Sakamoto y obligada a irse. Incluso desde el primer momento la pecosa le había indicado que vivía justo a una puerta de Uchiha Datsue. A pesar de todo esto, Akame se dirigió a una ventana, la cual suponía era la de la habitación de Koko pero en su lugar fue una silueta completamente distinta la que se asomó.
Una mujer alta, esbelta, con un grueso mechón de cabello ocultándole el ojo derecho y un cuerpo exuberante. Las curvas de esta mujer se veían mucho más pronunciadas que las de la propia Kageyama, y es que esta fémina gozaba de varios años más y por ende su cuerpo había logrado desarrollarse en totalidad. Así mismo, el rostro de la mujer dejaba en evidencia que gozaba de mucha más experiencia al haber superado la veintena de años.
Lo más destacable de esta mujer sería que —a diferencia de la gran mayoría de Sakamotos—, esta mujer tenía una extensa cabellera lacia pero de color celeste, uno muy claro, pero se notaba fácilmente aquel matiz.
La mujer no parecía de buen humor, después de todo, habían tenido una lucha campal por sobrevivir y algunos de los suyos habían caído. Ella tan solo tenía algunas heridas superficiales, pero no por ello menos molestas.
—¿¡Quién and…!? —Ni bien se asomó y vio la figura del Uchiha, la mujer calló, su sorpresa fue enorme y al instante abrió la ventana y saltó al encuentro con aquel joven—. Tú… —murmuró, y con pulso tembloroso acercó sus manos al rostro del contrario para tomarlo con extrema delicadeza—. ¿Qué haces aquí? —preguntó finalmente.
Si Akame miraba en torno a la cintura de la mujer, podría distinguir la bandana que la distinguía como kunoichi de Uzushiogakure, además de un chaleco militar abierto en la parte frontal, pues aquella persona era una chuunin. Eso si es que se frenaba a mirar eso y no las curvas de la fémina o las diez espadas que llevaba amarradas a lo largo del cuerpo.
Pero la situación no daba lugar a que se quedasen allí afuera hablando pacíficamente, ni siquiera se podía estar segura de que ningún soldado de Zoku atacaría a traición allí mismo.
—Tienes que entrar, tienes que hablar con el viejo —le dijo finalmente, recuperándose de la sorpresa de haberse encontrado con aquel a quien pronto llamarían héroe.
Uchiha Akame se dirigió hacia aquella edificación con la intención de reencontrarse con su amada pero… ¿Realmente había ido a por ella? Él sabía perfectamente que aquella joven había sido exiliada de los Sakamoto y obligada a irse. Incluso desde el primer momento la pecosa le había indicado que vivía justo a una puerta de Uchiha Datsue. A pesar de todo esto, Akame se dirigió a una ventana, la cual suponía era la de la habitación de Koko pero en su lugar fue una silueta completamente distinta la que se asomó.
Una mujer alta, esbelta, con un grueso mechón de cabello ocultándole el ojo derecho y un cuerpo exuberante. Las curvas de esta mujer se veían mucho más pronunciadas que las de la propia Kageyama, y es que esta fémina gozaba de varios años más y por ende su cuerpo había logrado desarrollarse en totalidad. Así mismo, el rostro de la mujer dejaba en evidencia que gozaba de mucha más experiencia al haber superado la veintena de años.
Lo más destacable de esta mujer sería que —a diferencia de la gran mayoría de Sakamotos—, esta mujer tenía una extensa cabellera lacia pero de color celeste, uno muy claro, pero se notaba fácilmente aquel matiz.
La mujer no parecía de buen humor, después de todo, habían tenido una lucha campal por sobrevivir y algunos de los suyos habían caído. Ella tan solo tenía algunas heridas superficiales, pero no por ello menos molestas.
—¿¡Quién and…!? —Ni bien se asomó y vio la figura del Uchiha, la mujer calló, su sorpresa fue enorme y al instante abrió la ventana y saltó al encuentro con aquel joven—. Tú… —murmuró, y con pulso tembloroso acercó sus manos al rostro del contrario para tomarlo con extrema delicadeza—. ¿Qué haces aquí? —preguntó finalmente.
Si Akame miraba en torno a la cintura de la mujer, podría distinguir la bandana que la distinguía como kunoichi de Uzushiogakure, además de un chaleco militar abierto en la parte frontal, pues aquella persona era una chuunin. Eso si es que se frenaba a mirar eso y no las curvas de la fémina o las diez espadas que llevaba amarradas a lo largo del cuerpo.
Pero la situación no daba lugar a que se quedasen allí afuera hablando pacíficamente, ni siquiera se podía estar segura de que ningún soldado de Zoku atacaría a traición allí mismo.
—Tienes que entrar, tienes que hablar con el viejo —le dijo finalmente, recuperándose de la sorpresa de haberse encontrado con aquel a quien pronto llamarían héroe.