18/10/2017, 18:16
Claro que la había cagado, no podía ponerse a hablar de “faltas de peso” con alguien que había perdido dos extremidades, pero así lo había querido Datsue y ahora las rubias se estaban preguntando si realmente habían logrado algo con aquella charla que tuvieron incentivada por el propio Hideo. En cualquier caso, ya otro día le reclamarían por lo sucedido si es que las cosas no mejoraban.
De cualquier manera, Noemi suspiró e hizo un ademán con la mano para indicarle al Uchiha que dejase el tema.
Iba a hacer todo lo posible por tragarse su orgullo y no golpearle o insultarle, después de todo aquella paz que se habían logrado tenía que durar al menos un día o el hermano de las rubias las iba a zurrar, peor de lo que hizo a la Kageyama aquel mismo día.
Al final llegaron a la cocina, la Sakamoto se las ingenió para mantener el equilibrio sin el uso de las manos y pudo tomar el cuchillo para comenzar a rebanar algunas frutas que les habían quedado intactas momentos atrás.
—No le digas a nadie lo que pasó —le murmuró—. Ni siquiera a Koko —exigió mientras terminaba de trocear una manzana.
Lo último que necesitaba era que se esparciera el rumor de que le había mostrado los pechos al desnudo a alguien que no era su pareja ni nada similar.
Pronto la conversación se desvió a un asunto algo más ameno, el envidiable físico del hermano de aquellas dos.
—Es que el estilo Sakamoto exige mucho —dijo con una sonrisa de medio lado—. ¿Recuerdas que yo me paseaba por ahí con seis wakizashis? Pues él se pasea con doce odachis, imagina el peso que carga todo el rato —agregó.
Justo después de aquello, la rubia tiró las frutas ya cortadas en un recipiente algo más grande y luego se acercó los tazones. Hizo un intento por levantar el recipiente y lo hizo, pero no pudo avanzar más.
—Eh… —el brazo cortado no le llegaba de forma cómoda al recipiente así que no tenía manera de inclinarlo y controlar que las frutas cayeran donde debían—. ¿Ayuda?
Lo inútil que alguien podía ser.
De cualquier manera, Noemi suspiró e hizo un ademán con la mano para indicarle al Uchiha que dejase el tema.
Iba a hacer todo lo posible por tragarse su orgullo y no golpearle o insultarle, después de todo aquella paz que se habían logrado tenía que durar al menos un día o el hermano de las rubias las iba a zurrar, peor de lo que hizo a la Kageyama aquel mismo día.
Al final llegaron a la cocina, la Sakamoto se las ingenió para mantener el equilibrio sin el uso de las manos y pudo tomar el cuchillo para comenzar a rebanar algunas frutas que les habían quedado intactas momentos atrás.
—No le digas a nadie lo que pasó —le murmuró—. Ni siquiera a Koko —exigió mientras terminaba de trocear una manzana.
Lo último que necesitaba era que se esparciera el rumor de que le había mostrado los pechos al desnudo a alguien que no era su pareja ni nada similar.
Pronto la conversación se desvió a un asunto algo más ameno, el envidiable físico del hermano de aquellas dos.
—Es que el estilo Sakamoto exige mucho —dijo con una sonrisa de medio lado—. ¿Recuerdas que yo me paseaba por ahí con seis wakizashis? Pues él se pasea con doce odachis, imagina el peso que carga todo el rato —agregó.
Justo después de aquello, la rubia tiró las frutas ya cortadas en un recipiente algo más grande y luego se acercó los tazones. Hizo un intento por levantar el recipiente y lo hizo, pero no pudo avanzar más.
—Eh… —el brazo cortado no le llegaba de forma cómoda al recipiente así que no tenía manera de inclinarlo y controlar que las frutas cayeran donde debían—. ¿Ayuda?
Lo inútil que alguien podía ser.