19/10/2017, 01:06
La afirmativa de Datsue aliviaba a la exkunoichi, pero hasta cierto punto, después de todo nada le aseguraba que no le estuviese mintiendo en ese preciso instante. Pero no podía hacer ni decir nada al respecto más que asentir sin más.
De todas maneras, poco después de que el contrario tomase el recipiente con frutas, la rubia tomó una cuchara y ayudó a que cayeran dentro de los tazones con todo y jugo.
—Está bien, mantenlo así —le indicó a medida que el contenido del recipiente iba cayendo.
Y volviendo al tema de las armas, Datsue mencionó un arma que hermanos mayores de Noemi ya habían probado y habían compartido sus experiencias con el resto.
—Mis hermanos probaron a usar de esos en lugar de las katanas normales pero que no les convencía, sentían que les faltaba algo, especialmente para los que usan Ōdachis —decía mientras terminaba de vaciar el recipiente—. De momento no puedo empuñar bien esas espadas, me he quedado con las uchigatanas —prosiguió dejando la cuchara a un lado—. Pero podrías preguntarle a Hideo, sabe mucho de armas filosas, especialmente de espadas.
Tras soltarle aquella sugerencia, la Sakamoto estiró la mano para tomar el tazón con crema batida aunque se tambaleó un poco al verse obligada a inclinarse hacia un lado. Por suerte para todos, no cayó ni nada similar y pudo hacerse con el objeto.
—¿Vas a querer crema en el tuyo? —preguntó ofreciéndole el tazón.
De todas maneras, poco después de que el contrario tomase el recipiente con frutas, la rubia tomó una cuchara y ayudó a que cayeran dentro de los tazones con todo y jugo.
—Está bien, mantenlo así —le indicó a medida que el contenido del recipiente iba cayendo.
Y volviendo al tema de las armas, Datsue mencionó un arma que hermanos mayores de Noemi ya habían probado y habían compartido sus experiencias con el resto.
—Mis hermanos probaron a usar de esos en lugar de las katanas normales pero que no les convencía, sentían que les faltaba algo, especialmente para los que usan Ōdachis —decía mientras terminaba de vaciar el recipiente—. De momento no puedo empuñar bien esas espadas, me he quedado con las uchigatanas —prosiguió dejando la cuchara a un lado—. Pero podrías preguntarle a Hideo, sabe mucho de armas filosas, especialmente de espadas.
Tras soltarle aquella sugerencia, la Sakamoto estiró la mano para tomar el tazón con crema batida aunque se tambaleó un poco al verse obligada a inclinarse hacia un lado. Por suerte para todos, no cayó ni nada similar y pudo hacerse con el objeto.
—¿Vas a querer crema en el tuyo? —preguntó ofreciéndole el tazón.