19/10/2017, 06:15
Si había algo que le molestaba era que se removieran debajo suyo cuando estaba intentando salirse, es decir, Datsue no se podía quedar quieto mientras la lisiada se levantaba, por el contrario, tuvo que darse la vuelta moviéndole la pierna de modo que terminó bien aplastada contra él, como si apenas se hubiese caído.
Iba a insultarle, iba a abofetearle y a gritarle pero… Una pregunta la dejó descolocada.
—¿Qué? —preguntó con una ceja alzada e ignorando completamente las distancias.
Con las ganas de pegarle que tenía ni se fijó que sentía la respiración del contrario, o que estaba en una postura bastante cuestionable.
Hasta que ocurrió…
Los ojos de la Sakamoto se abrieron de par en par hasta su máxima capacidad, parecía que se le saldrían de sus órbitas y las pupilas se constriñeron hasta tal punto en que parecían no existir y su cuerpo sencillamente dejó de responderle.
Pasó un momento de aquello, la rubia se había quedado paralizada pero por un momento hasta que finalmente recuperó parte de la compostura, aunque su rostro estaba tan rojo como un tomate.
Al final, hizo un intento por levantarse de allí, apoyó ambas extremidades superiores en el piso a cada lado de Datsue y levantó su torso. Acto seguido, levantó el trasero y se echó hacia atrás para sentarse en el piso y mirarle aún desconcertada.
—¿Qué te pasa? —le interrogó nerviosa, como si acabasen de desarmarla en pleno combate de espadas.
Iba a insultarle, iba a abofetearle y a gritarle pero… Una pregunta la dejó descolocada.
—¿Qué? —preguntó con una ceja alzada e ignorando completamente las distancias.
Con las ganas de pegarle que tenía ni se fijó que sentía la respiración del contrario, o que estaba en una postura bastante cuestionable.
Hasta que ocurrió…
Los ojos de la Sakamoto se abrieron de par en par hasta su máxima capacidad, parecía que se le saldrían de sus órbitas y las pupilas se constriñeron hasta tal punto en que parecían no existir y su cuerpo sencillamente dejó de responderle.
Pasó un momento de aquello, la rubia se había quedado paralizada pero por un momento hasta que finalmente recuperó parte de la compostura, aunque su rostro estaba tan rojo como un tomate.
Al final, hizo un intento por levantarse de allí, apoyó ambas extremidades superiores en el piso a cada lado de Datsue y levantó su torso. Acto seguido, levantó el trasero y se echó hacia atrás para sentarse en el piso y mirarle aún desconcertada.
—¿Qué te pasa? —le interrogó nerviosa, como si acabasen de desarmarla en pleno combate de espadas.