20/10/2017, 20:21
El Uchiha no parecía feliz de toparse con aquellas dos, a diferencia de ellas que por lo menos sonrieron al verle. Él en cambio simplemente las nombró y les dedicó una reverencia. No hizo más, no se preocupó por preguntarles sobre su condición ni nada similar, siquiera pareció alarmado de verla a Noemi carente de dos extremidades.
De cualquier modo, todos ya estaban avanzando por los pasillos y pronto llegarían, aunque tenían tiempo de responder a las dudas de Akame.
—Ya veo —respondió la rubia, tomándole la palabra perfectamente—. No, Koko no estaba aquí, pero no te preocupes, ni bien comenzó el lío aquí dos de mis hermanos salieron a buscarla —le aseguró muy tranquila al respecto.
Tenía buenos motivos para estar tan tranquila, y es que los dos que fueron a buscarla eran jounins, y de los mejores del clan así que había buenas razones para que pudiera estarse tranquila.
—No han regresado, pero enviaron un mensaje, los tres están bien —afirmó la chuunin, justo antes de frenarse en seco delante de una puerta de doble hoja bastante pretenciosa—. Llegamos.
Tras decir aquello, la peli-celeste abrió las puertas e ingresó primera a la nueva habitación. Del otro lado se podía apreciar una especie de estudio. Había un escritorio hasta el otro lado de la habitación, unas bibliotecas repletas de libros y un par de muebles más, incluyendo una pecera a un lado. Lo más llamativo de aquel ambiente seguramente sería un ataúd, uno ubicado en uno de los laterales. Por otra parte, sentado delante del escritorio se hallaba un hombre, alguien de músculos muy marcados, cabello largo y canoso con barba y bigotes sumamente abundantes.
El rostro de aquel hombre dejaba en claro que ya había superado los sesenta años. El rostro lleno de arrugas, ojos pequeños y rebosantes de experiencia, nariz torcida, dando a entender que en algún momento de su vida se la habían partido y una cicatriz en la frente, bastante pequeña si vamos al caso.
En cuanto las jóvenes Sakamoto ingresaron a la habitación se hicieron a un lado, la peli-celeste se ubicó al lado derecho de la puerta y tanto Maki como Noemi al lado izquierdo.
—Ha venido Uchiha Akame —dijo la mayor.
El anciano alzó la vista, con un destello en la mirada. Quería ver con sus propios ojos a aquel que había incinerado a Zoku y gracias al cual el ataque a la residencia había cedido.
—Así que… Tú eres uno de los hermanos del desierto —diría con voz serena mientras se ponía de pie.
El hombretón rodeó el escritorio y se acercó al Uchiha, le miró con suma atención, lo analizó de pies a cabeza y se llevó una mano al mentón.
—Más joven de lo que esperaba, pero un héroe es un héroe —diría antes de retroceder unos pasos para luego…
Arrodillarse ante Uchiha Akame.
Al ver semejante acción, las tres féminas allí presentes hicieron lo propio, Noemi precisó algo de ayuda de Maki pero al final se hallaron todas en la misma postura.
—El clan Sakamoto está en deuda contigo, Uchiha, de no ser por ti probablemente tendríamos que haber abandonado la aldea y habríamos sido tachados de traidores —decía el anciano con serenidad—. Si hay algo en lo que podamos ayudarte alguna vez, solo dilo y enviaré a tantos soldados como sean necesarios para conseguir lo que necesites.
De cualquier modo, todos ya estaban avanzando por los pasillos y pronto llegarían, aunque tenían tiempo de responder a las dudas de Akame.
—Ya veo —respondió la rubia, tomándole la palabra perfectamente—. No, Koko no estaba aquí, pero no te preocupes, ni bien comenzó el lío aquí dos de mis hermanos salieron a buscarla —le aseguró muy tranquila al respecto.
Tenía buenos motivos para estar tan tranquila, y es que los dos que fueron a buscarla eran jounins, y de los mejores del clan así que había buenas razones para que pudiera estarse tranquila.
—No han regresado, pero enviaron un mensaje, los tres están bien —afirmó la chuunin, justo antes de frenarse en seco delante de una puerta de doble hoja bastante pretenciosa—. Llegamos.
Tras decir aquello, la peli-celeste abrió las puertas e ingresó primera a la nueva habitación. Del otro lado se podía apreciar una especie de estudio. Había un escritorio hasta el otro lado de la habitación, unas bibliotecas repletas de libros y un par de muebles más, incluyendo una pecera a un lado. Lo más llamativo de aquel ambiente seguramente sería un ataúd, uno ubicado en uno de los laterales. Por otra parte, sentado delante del escritorio se hallaba un hombre, alguien de músculos muy marcados, cabello largo y canoso con barba y bigotes sumamente abundantes.
El rostro de aquel hombre dejaba en claro que ya había superado los sesenta años. El rostro lleno de arrugas, ojos pequeños y rebosantes de experiencia, nariz torcida, dando a entender que en algún momento de su vida se la habían partido y una cicatriz en la frente, bastante pequeña si vamos al caso.
En cuanto las jóvenes Sakamoto ingresaron a la habitación se hicieron a un lado, la peli-celeste se ubicó al lado derecho de la puerta y tanto Maki como Noemi al lado izquierdo.
—Ha venido Uchiha Akame —dijo la mayor.
El anciano alzó la vista, con un destello en la mirada. Quería ver con sus propios ojos a aquel que había incinerado a Zoku y gracias al cual el ataque a la residencia había cedido.
—Así que… Tú eres uno de los hermanos del desierto —diría con voz serena mientras se ponía de pie.
El hombretón rodeó el escritorio y se acercó al Uchiha, le miró con suma atención, lo analizó de pies a cabeza y se llevó una mano al mentón.
—Más joven de lo que esperaba, pero un héroe es un héroe —diría antes de retroceder unos pasos para luego…
Arrodillarse ante Uchiha Akame.
Al ver semejante acción, las tres féminas allí presentes hicieron lo propio, Noemi precisó algo de ayuda de Maki pero al final se hallaron todas en la misma postura.
—El clan Sakamoto está en deuda contigo, Uchiha, de no ser por ti probablemente tendríamos que haber abandonado la aldea y habríamos sido tachados de traidores —decía el anciano con serenidad—. Si hay algo en lo que podamos ayudarte alguna vez, solo dilo y enviaré a tantos soldados como sean necesarios para conseguir lo que necesites.