24/10/2017, 20:45
Akame siguió su camino hasta el edificio donde se alojaba su amada sin ningún tipo de interrupciones, ni siquiera para pensar un poco en lo que podría estar haciendo un cocodrilo con un pergamino. Aunque este logró sacarle una ventaja considerable como para perderse de vista.
Pronto llegó al lugar, subió escaleras y se dirigió directamente hasta la puerta del departamento de la Kageyama. Esperó un momento y tocó la puerta con fuerza y firmeza, eliminando así la posibilidad de que nadie del otro lado escuchase.
Casi al instante —como si la persona del otro lado hubiese estado esperando todo el rato— la puerta se abrió de golpe, permitiendo así que Akame viera…
A Koko, lanzándose sobre él…
—¡Akame! —chilló muy feliz mientras estrujaba al Uchiha contra su voluminoso cuerpo—. ¡Te extrañé! —decía muy emocionada, mientras depositaba infinidad de besos en el rostro del contrario.
Pero aquel emotivo encuentro se vería interrumpido por una figura masculina. Un hombre fornido, más alto que la pecosa por tal vez unos treinta centímetros, de cabello medianamente largo y rubio, ojos pequeños y verdosos y con una delgada capa de vello formando una barba claramente recortada. Lucía un chaleco militar, dando a entender que se trataba de un shinobi de buen rango, en su caso particular, un jounin.
—¿No pueden contenerse hasta entrar? —dijo entre risas aquel personaje.
—Déjales, Hiro —le dijo otro hombre que se encontraba en el interior del departamento.
Esta última persona era el propio Hideo, el jounin que se encargó de conseguirle un buen lugar a Koko y que todas las semanas acudía a visitarla al menos una vez para comprobar que todo estuviese en orden.
Hideo por su parte estaba concentrado en otra cosa, estaba sentado en el piso, con las piernas cruzadas y justo delante suyo estaba el cocodrilo que Akame había visto momentos atrás. El pergamino estaba en las manos del jounin, ahora completamente extendido y a juzgar por la expresión que tenía en el rostro, allí había buenas noticias.
Hiromasa —también conocido como ”Hiro”— se despegó de la puerta y siguió en línea recta por el pasillo que daba directo con la habitación de la rubia. A Hideo se le podía ver perfectamente desde la puerta de entrada así que tanto la pecosa como el Uchiha deberían de poder ver su expresión.
Pronto llegó al lugar, subió escaleras y se dirigió directamente hasta la puerta del departamento de la Kageyama. Esperó un momento y tocó la puerta con fuerza y firmeza, eliminando así la posibilidad de que nadie del otro lado escuchase.
Casi al instante —como si la persona del otro lado hubiese estado esperando todo el rato— la puerta se abrió de golpe, permitiendo así que Akame viera…
A Koko, lanzándose sobre él…
—¡Akame! —chilló muy feliz mientras estrujaba al Uchiha contra su voluminoso cuerpo—. ¡Te extrañé! —decía muy emocionada, mientras depositaba infinidad de besos en el rostro del contrario.
Pero aquel emotivo encuentro se vería interrumpido por una figura masculina. Un hombre fornido, más alto que la pecosa por tal vez unos treinta centímetros, de cabello medianamente largo y rubio, ojos pequeños y verdosos y con una delgada capa de vello formando una barba claramente recortada. Lucía un chaleco militar, dando a entender que se trataba de un shinobi de buen rango, en su caso particular, un jounin.
—¿No pueden contenerse hasta entrar? —dijo entre risas aquel personaje.
—Déjales, Hiro —le dijo otro hombre que se encontraba en el interior del departamento.
Esta última persona era el propio Hideo, el jounin que se encargó de conseguirle un buen lugar a Koko y que todas las semanas acudía a visitarla al menos una vez para comprobar que todo estuviese en orden.
Hideo por su parte estaba concentrado en otra cosa, estaba sentado en el piso, con las piernas cruzadas y justo delante suyo estaba el cocodrilo que Akame había visto momentos atrás. El pergamino estaba en las manos del jounin, ahora completamente extendido y a juzgar por la expresión que tenía en el rostro, allí había buenas noticias.
Hiromasa —también conocido como ”Hiro”— se despegó de la puerta y siguió en línea recta por el pasillo que daba directo con la habitación de la rubia. A Hideo se le podía ver perfectamente desde la puerta de entrada así que tanto la pecosa como el Uchiha deberían de poder ver su expresión.