24/10/2017, 20:54
El Uchiha notó como una auténtica bomba de felicidad estallaba en su interior. Zoku, la revolución, Hanabi, el Daimyō, el Ichibi... Todo acababa de pasar a un segundo plano, tras aquellos ojos bicolor y esas pecas que se estiraban cuando Koko sonreía. Como en ese preciso instante.
«Por los dioses... Está... Está bien... Está bien...»
Akame rodeó a la chica con sus brazos y trató de apretarla tal y como ella le estaba abrazando, pero no le salieron las fuerzas. Notaba todo su cuerpo flojo, como una marioneta a la que le hubiesen cortado los hilos. Se le llenaron los ojos de lágrimas y la tensión acumulada durante varios días desapareció de repente; fue como el bajón después de una dosis de droga. El Uchiha emitió un bufido ahogado y cayó de rodillas, sin dejar de abrazar a su amada —ahora a la altura de las piernas—.
—Koko-chan... Estás bien... Estás... —masculló el muchacho mientras silenciosas lágrimas le caían por el rostro—. Todo ha terminado... Todo ha terminado y estás bien...
De repente volvió a oírlo. Un sonido lejano y familiar, muy tenue, casi inaudible, que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. La piel se le erizó.
«JIAAAAJIAJIAJIAJIA...»
Akame se levantó de repente, como activado por un resorte. Tenía el rostro surcado de lágrimas pero sus ojos estaban secos ahora, y sus brazos parecían haber recuperado la fuerza. Abrazó otra vez a Koko mientras con la mano zurda se limpiaba el rostro.
—Tienes que saber algo. Yo lo hice, Koko-chan... —susurró al oído de su amada con aire ausente—. Lo hice. Maté a Uzumaki Zoku... Por ti.
«Por los dioses... Está... Está bien... Está bien...»
Akame rodeó a la chica con sus brazos y trató de apretarla tal y como ella le estaba abrazando, pero no le salieron las fuerzas. Notaba todo su cuerpo flojo, como una marioneta a la que le hubiesen cortado los hilos. Se le llenaron los ojos de lágrimas y la tensión acumulada durante varios días desapareció de repente; fue como el bajón después de una dosis de droga. El Uchiha emitió un bufido ahogado y cayó de rodillas, sin dejar de abrazar a su amada —ahora a la altura de las piernas—.
—Koko-chan... Estás bien... Estás... —masculló el muchacho mientras silenciosas lágrimas le caían por el rostro—. Todo ha terminado... Todo ha terminado y estás bien...
De repente volvió a oírlo. Un sonido lejano y familiar, muy tenue, casi inaudible, que parecía provenir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. La piel se le erizó.
«JIAAAAJIAJIAJIAJIA...»
Akame se levantó de repente, como activado por un resorte. Tenía el rostro surcado de lágrimas pero sus ojos estaban secos ahora, y sus brazos parecían haber recuperado la fuerza. Abrazó otra vez a Koko mientras con la mano zurda se limpiaba el rostro.
—Tienes que saber algo. Yo lo hice, Koko-chan... —susurró al oído de su amada con aire ausente—. Lo hice. Maté a Uzumaki Zoku... Por ti.