30/10/2017, 12:17
—Ya está todo bien.
Akame suspiró al oír aquellas palabras, cerrando los ojos y tratando de relajarse para que el efecto balsámico de Koko le invadiese por completo... Cosa que no sucedió. Estaba tranquilo, junto a su amada, todo había terminado y ahora era un héroe para Uzushiogakure. «¿Por qué me siento así entonces? ¡Maldición! Es... Es esa risa... Es él».
Pese a que la kunoichi se deshacía en cariños para con el joven gennin, él no era capaz de encontrarse cómodo. A cada pensamiento feliz que tenía con Koko le sobrevenía aquella carcajada maliciosa, como un anuncio de que todo lo que había amado alguna vez acabaría también convertido en cenizas, igual que Uzumaki Zoku.
Meneó ligeramente la cabeza, como si así pudiera conseguir sacudirse aquellos funestos pensamientos. La barriga le rugió, y entonces el muchacho se incorporó ligeramente; luego se dio media vuelta, encarando a Koko, y le plantó un beso en los labios. Aquella boca carnosa y suave que siempre le había sabido a calidez...
—Estoy hambriento, Koko-chan, ¿tal vez deberíamos ir a comer algo? —preguntó, y luego sacó una media sonrisa—. Podríamos ir a ese restaurante de asado que tanto te gusta.
Akame suspiró al oír aquellas palabras, cerrando los ojos y tratando de relajarse para que el efecto balsámico de Koko le invadiese por completo... Cosa que no sucedió. Estaba tranquilo, junto a su amada, todo había terminado y ahora era un héroe para Uzushiogakure. «¿Por qué me siento así entonces? ¡Maldición! Es... Es esa risa... Es él».
Pese a que la kunoichi se deshacía en cariños para con el joven gennin, él no era capaz de encontrarse cómodo. A cada pensamiento feliz que tenía con Koko le sobrevenía aquella carcajada maliciosa, como un anuncio de que todo lo que había amado alguna vez acabaría también convertido en cenizas, igual que Uzumaki Zoku.
Meneó ligeramente la cabeza, como si así pudiera conseguir sacudirse aquellos funestos pensamientos. La barriga le rugió, y entonces el muchacho se incorporó ligeramente; luego se dio media vuelta, encarando a Koko, y le plantó un beso en los labios. Aquella boca carnosa y suave que siempre le había sabido a calidez...
—Estoy hambriento, Koko-chan, ¿tal vez deberíamos ir a comer algo? —preguntó, y luego sacó una media sonrisa—. Podríamos ir a ese restaurante de asado que tanto te gusta.