30/10/2017, 15:37
Típico, te metes a una armería a pedirte un arma homicida y terminas presenciando un problema entre socios. «Lalala »comenzó a tararear en su cabeza mientras mecía su cabeza de un lado a otro al ritmo de la canción.
¿Qué otra cosa podía hacer? Solo esperar, aunque si fuese por ella se podría poner a mirar las múltiples cosas que habían por ahí. Tal vez y encontraba un arma más llamativa que los ninjatōs de toda la vida que… Probablemente luego se encargaría de modificar un poco, por lo menos el mango y la vaina para que sean algo más llamativos. Incluso tal vez podría imitar el estilo de espada del clan Sakamoto.
Finalmente, luego de que Datsue le recordara al comerciante que ella existía, volvió a ser el centro de atención y le ofrecieron el arma que había llegado buscando.
—Veamos… —dijo tomando el arma para luego desenfundarla.
La vaina como mucho no le importaba, terminó por atraparla entre sus piernas para asegurarse de no perderla mientras examinaba lo importante del arma.
La miró de un lado, del otro, también la alineó con su mirada para verla perfectamente a lo largo y mil cuestiones más, entre ellas, comprobó también que el mango estuviese bien adherido a la hoja, es decir, que el acero no se movería de ninguna manera.
Luego de revisarla con la vista, la pecosa se alejó un poco de todos dando pequeños saltos y sacudió el arma en distintas direcciones, produciendo un ligero sonido en cada uno de los movimientos.
—Me gusta —afirmó, aunque todavía tenía algo más que comprobar.
La rubia desenfundó la otra katana que tenía y las comparó.
Tal y como aquel hombre decía, el acero tenía muy buena pinta, además de que ambas espadas pesaban aproximadamente lo mismo. Incluso al chocar el filo de ambas espadas entre sí se producía un ruido bastante… ”Normal”, lo que para la Kageyama significaba que era un buen acero el que se había utilizado para esa espada.
Luego de aquello, solo faltaba una cosilla…
La flexibilidad.
Guardó su katana en su vaina y tomó la nueva por el mango y por el filo, con absoluto cuidado para evitar accidentes y luego intentó doblarla, comprobando así que gozaba de cierta flexibilidad pero nada exagerado. Lo cual era bueno, no iba a partirse al primer choque.
—Sí, me la llevo —afirmó alegremente.
Ya había hecho todas las pruebas que creía necesarias, pero de todas maneras se dio el lujo de frotar suavemente su mano en sentido perpendicular al filo del acero. Lo sentía algo áspero y si no erraba, estaba muy filosa.
Con todo listo, la Kageyama tomó la vaina que había estado sosteniendo entre sus piernas y finalmente enfundó el arma. Lo único que le faltaba era esperarse a que le dieran el precio a pagar y ya podría terminar con aquella transacción. Tal vez. También podría comprobar que Datsue fuese hombre de palabra o no, pues había afirmado que le venderían buenas armas a un menor precio del habitual.
¿Qué otra cosa podía hacer? Solo esperar, aunque si fuese por ella se podría poner a mirar las múltiples cosas que habían por ahí. Tal vez y encontraba un arma más llamativa que los ninjatōs de toda la vida que… Probablemente luego se encargaría de modificar un poco, por lo menos el mango y la vaina para que sean algo más llamativos. Incluso tal vez podría imitar el estilo de espada del clan Sakamoto.
Finalmente, luego de que Datsue le recordara al comerciante que ella existía, volvió a ser el centro de atención y le ofrecieron el arma que había llegado buscando.
—Veamos… —dijo tomando el arma para luego desenfundarla.
La vaina como mucho no le importaba, terminó por atraparla entre sus piernas para asegurarse de no perderla mientras examinaba lo importante del arma.
La miró de un lado, del otro, también la alineó con su mirada para verla perfectamente a lo largo y mil cuestiones más, entre ellas, comprobó también que el mango estuviese bien adherido a la hoja, es decir, que el acero no se movería de ninguna manera.
Luego de revisarla con la vista, la pecosa se alejó un poco de todos dando pequeños saltos y sacudió el arma en distintas direcciones, produciendo un ligero sonido en cada uno de los movimientos.
—Me gusta —afirmó, aunque todavía tenía algo más que comprobar.
La rubia desenfundó la otra katana que tenía y las comparó.
Tal y como aquel hombre decía, el acero tenía muy buena pinta, además de que ambas espadas pesaban aproximadamente lo mismo. Incluso al chocar el filo de ambas espadas entre sí se producía un ruido bastante… ”Normal”, lo que para la Kageyama significaba que era un buen acero el que se había utilizado para esa espada.
Luego de aquello, solo faltaba una cosilla…
La flexibilidad.
Guardó su katana en su vaina y tomó la nueva por el mango y por el filo, con absoluto cuidado para evitar accidentes y luego intentó doblarla, comprobando así que gozaba de cierta flexibilidad pero nada exagerado. Lo cual era bueno, no iba a partirse al primer choque.
—Sí, me la llevo —afirmó alegremente.
Ya había hecho todas las pruebas que creía necesarias, pero de todas maneras se dio el lujo de frotar suavemente su mano en sentido perpendicular al filo del acero. Lo sentía algo áspero y si no erraba, estaba muy filosa.
Con todo listo, la Kageyama tomó la vaina que había estado sosteniendo entre sus piernas y finalmente enfundó el arma. Lo único que le faltaba era esperarse a que le dieran el precio a pagar y ya podría terminar con aquella transacción. Tal vez. También podría comprobar que Datsue fuese hombre de palabra o no, pues había afirmado que le venderían buenas armas a un menor precio del habitual.