1/11/2017, 21:47
La caminata se alargó por minutos, en los que ambos ninjas oían el silbido del viento soplando y el sonido de sus propias respiraciones. Solía ser Datsue quien rompía el silencio entre ellos, mas no en aquella ocasión. Tenía demasiadas cosas en las que pensar como para distraerse con alguna conversación banal.
Pero ese ambiente tranquilo que habían logrado crear entre ellos dos pronto se vio roto por la interrupción de un tercero. Alejados del centro de la ciudad, los shinobis habían llegado hasta una cabaña alejada del resto de residencias. Fue entonces cuando una muchacha, de edad aparentemente similar a la de ellos, salió de ella. Iba vestida toda de negro, con apenas algunos detalles en rojo, cosa que le confería un aspecto algo tétrico. Datsue se fijó en que tenía unos exóticos ojos amarillos, y también en la mueca que compuso cuando vio a Koko. Ésta pareció reaccionar de igual modo.
«Hmm… Parece que se conocen y no se llevan muy bien… ¿Antiguas compañeras de clase?» Sus ojos pasaron de la bandana de Uzu que portaba la muchacha a las katanas que llevaba en una caja metálica. «O quizá… ¿Una Sakamoto?»
Que alguien llevase katanas no le convertía automáticamente en un miembro de aquella familia, pero era extraño ver a ninjas no solo ya con más de una, sino con varias. Eso solo se lo había visto a Noemi… y ahora a Koko. Frunció los labios. «Hmm… Aunque me falla una cosa. No es rubia.» Todos los Sakamotos que había conocido hasta entonces eran de cabellos rubios y ojos claros u exóticos. Aquella kunoichi tenía lo segundo, pero definitivamente no lo primero.
Fuese como fuese, ya trataría de averiguar de quién se trataba más adelante. Ahora tenía cosas más importantes en las que preocuparse.
—Buenos días —saludó, cuando el anciano al fin se dignó a abrir la puerta y Koko le presentó. Una presentación a medias, todo había que decirlo. Le había faltado su sobrenombre: el Intrépido. Pero ya se lo recordaría en otro momento.
El anciano les invitó a pasar, caminando con la ayuda de su bastón, y tras revelarle Koko a qué habían ido hasta allí, éste se detuvo en seco, como si la petición de los sedantes… le alterase de alguna forma.
—¿Para qué los quieres?
—Son para mí —se adelantó Datsue, echándole un cable—. Verá... hace tres meses que no soy capaz de pegar ojo. He probado de todo: hierbas medicinales; pastillas; yoga… —añadió, esbozando una breve sonrisa amarga. No era mentira—. Nada de eso ha funcionado. Si tengo suerte de quedarme dormido me despierto a la media hora, como muy tarde. Necesito algo que me deje dormido, doctor. O siento que me volveré loco. O peor, que me dará un colapso al cerebro y me quedaré en el sitio.
Pero ese ambiente tranquilo que habían logrado crear entre ellos dos pronto se vio roto por la interrupción de un tercero. Alejados del centro de la ciudad, los shinobis habían llegado hasta una cabaña alejada del resto de residencias. Fue entonces cuando una muchacha, de edad aparentemente similar a la de ellos, salió de ella. Iba vestida toda de negro, con apenas algunos detalles en rojo, cosa que le confería un aspecto algo tétrico. Datsue se fijó en que tenía unos exóticos ojos amarillos, y también en la mueca que compuso cuando vio a Koko. Ésta pareció reaccionar de igual modo.
«Hmm… Parece que se conocen y no se llevan muy bien… ¿Antiguas compañeras de clase?» Sus ojos pasaron de la bandana de Uzu que portaba la muchacha a las katanas que llevaba en una caja metálica. «O quizá… ¿Una Sakamoto?»
Que alguien llevase katanas no le convertía automáticamente en un miembro de aquella familia, pero era extraño ver a ninjas no solo ya con más de una, sino con varias. Eso solo se lo había visto a Noemi… y ahora a Koko. Frunció los labios. «Hmm… Aunque me falla una cosa. No es rubia.» Todos los Sakamotos que había conocido hasta entonces eran de cabellos rubios y ojos claros u exóticos. Aquella kunoichi tenía lo segundo, pero definitivamente no lo primero.
Fuese como fuese, ya trataría de averiguar de quién se trataba más adelante. Ahora tenía cosas más importantes en las que preocuparse.
—Buenos días —saludó, cuando el anciano al fin se dignó a abrir la puerta y Koko le presentó. Una presentación a medias, todo había que decirlo. Le había faltado su sobrenombre: el Intrépido. Pero ya se lo recordaría en otro momento.
El anciano les invitó a pasar, caminando con la ayuda de su bastón, y tras revelarle Koko a qué habían ido hasta allí, éste se detuvo en seco, como si la petición de los sedantes… le alterase de alguna forma.
—¿Para qué los quieres?
—Son para mí —se adelantó Datsue, echándole un cable—. Verá... hace tres meses que no soy capaz de pegar ojo. He probado de todo: hierbas medicinales; pastillas; yoga… —añadió, esbozando una breve sonrisa amarga. No era mentira—. Nada de eso ha funcionado. Si tengo suerte de quedarme dormido me despierto a la media hora, como muy tarde. Necesito algo que me deje dormido, doctor. O siento que me volveré loco. O peor, que me dará un colapso al cerebro y me quedaré en el sitio.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado