2/11/2017, 17:15
Akame se dejó hacer. Ahora que por fin se había detenido —llevaba en tensión desde que se despertara en la casa de Zoku— empezaba a notarse genuinamente cansado. Le dolían todos los músculos, tenía ojeras moradas y la cabeza le iba a explotar. De modo que simplemente cayó en los brazos de Koko y se dejó mimar como un peluche. Uno feo, con cicatrices y la nariz torcida, y con un demonio dentro... Pero un peluche al fin y al cabo.
Cuando ella le propuso comer en casa, él no pudo sino asentir. No tenía demasiadas ganas de salir a la calle; ya en su camino hacia casa de Koko había podido sentir de primera mano su recién adquirida fama. Miradas de admiración, miedo y desprecio a partes iguales.
—Sí, claro... ¿Qué me vas a hacer? —preguntó, todavía sin levantarse de la cama—. Ese pollo teriyaki que te sale tan bien... —murmuró, con la boca hecha agua—. Si quieres puedo acercarme a comprar los ingredientes.
Cuando ella le propuso comer en casa, él no pudo sino asentir. No tenía demasiadas ganas de salir a la calle; ya en su camino hacia casa de Koko había podido sentir de primera mano su recién adquirida fama. Miradas de admiración, miedo y desprecio a partes iguales.
—Sí, claro... ¿Qué me vas a hacer? —preguntó, todavía sin levantarse de la cama—. Ese pollo teriyaki que te sale tan bien... —murmuró, con la boca hecha agua—. Si quieres puedo acercarme a comprar los ingredientes.