7/11/2017, 01:35
—¿Mi hermano? —preguntó incrédula—. ¡Él nunca tuvo que verse cara a cara con una tía como esa!
Y con esa se refería obviamente a Katsumi, quien probablemente fuese la causante de tan escalofriante alarido. «¡Es de locos hacer frente a alguien así! »pensaba la Kageyama que no podía hacer absolutamente nada en contra del temblor de sus piernas.
—Tú no sabes de lo que es capaz esa tía —decía, ignorando completamente las palabras del Uchiha—. ¡Probablemente sea la causante del grito y el hombre sea uno de los ladrones! —prosiguió, esperando así mermar la voluntad del contrario.
Realmente no quería vérselas cara a cara con aquella mujer, no después de una matanza como la que probablemente verían si decidían acercarse más, pero así fue como ocurrió. El Uchiha decidió proseguir, tras comprobar que la brújula seguía apuntando en la misma dirección y que pronto se toparían con aquella genin.
La pecosa no pudo hacer otra cosa que apegarse al contrario, cual doncella asustadiza protegiéndose detrás de su caballero guardián. Y es que, efectivamente, la kunoichi parecía un matojo de nervios incapaz de hacer frente a lo que tenía a unos metros de distancia.
Conforme ambos avanzaban, podían vislumbrar una silueta, la de una fémina con algún artefacto alargado y a la vez estrecho, del cual una sustancia algo viscosa goteaba. A cada paso, la imagen era más y más nítida hasta el punto en que pudieron vislumbrar perfectamente la hoja de una espada impregnada en sangre, la cual no paraba de gotear como si estuviese aún conectada en el cuerpo de alguna criatura viviente, pero no era así. Frente a la fémina yacía un cuerpo, alguien agonizante que no podía sino mirar con terror a la mujer que se erguía frente a él, pues parte de su cuello había sido destrozado presuntamente por un zarpazo o tal vez… Mordidas.
—Pensar que eras tan macho cuando apenas me viste —decía burlona la chica, con la boca empapada en sangre.
El hombre, quien probablemente había soltado tal alarido ahora mismo parecía todo lo contrario de lo que ella acababa de describir. Estaba aterrado, con los ojos desorbitados, ambas manos en su cuello tratando de parar la hemorragia y con un cuerpo completamente tembloroso. Sabía que su fin estaba cerca, pero se negaba a aceptarlo.
Hasta que…
La chica de cabellos azabaches se inclinó sobre él, para darle el golpe de gracia.
Ella se agazapó sobre el hombre, lo suficiente para que cualquiera con mala vista pudiese malinterpretar la situación como si de una pareja se tratase, teniendo relaciones sexuales en pleno llano, pero la realidad era que la chica había clavado sus dientes en la carne del contrario para arrebatarle un trozo de carne, uno bastante generoso con el cual aumentaría el caudal de sangre que brotaba de aquella persona que ya ni siquiera podía gritar.
Katsumi había arrancado otro trozo de carne del cuello de aquel bandido, pero ni siquiera se precisó de escupirlo para poder hablar nuevamente…
—¿Cómo se siente? ¿Qué te mate la putita que querías secuestrar? —decía burlona, sin ningún tipo de inconveniente a pesar de, supuestamente, tener un trozo de carne en la boca.
—Te dije que no teníamos que venir —dijo en un susurro una atemorizada Koko, quien no hacía más que temblar detrás de Datsue, que había decidido liderar la marcha.
Y con esa se refería obviamente a Katsumi, quien probablemente fuese la causante de tan escalofriante alarido. «¡Es de locos hacer frente a alguien así! »pensaba la Kageyama que no podía hacer absolutamente nada en contra del temblor de sus piernas.
—Tú no sabes de lo que es capaz esa tía —decía, ignorando completamente las palabras del Uchiha—. ¡Probablemente sea la causante del grito y el hombre sea uno de los ladrones! —prosiguió, esperando así mermar la voluntad del contrario.
Realmente no quería vérselas cara a cara con aquella mujer, no después de una matanza como la que probablemente verían si decidían acercarse más, pero así fue como ocurrió. El Uchiha decidió proseguir, tras comprobar que la brújula seguía apuntando en la misma dirección y que pronto se toparían con aquella genin.
La pecosa no pudo hacer otra cosa que apegarse al contrario, cual doncella asustadiza protegiéndose detrás de su caballero guardián. Y es que, efectivamente, la kunoichi parecía un matojo de nervios incapaz de hacer frente a lo que tenía a unos metros de distancia.
Conforme ambos avanzaban, podían vislumbrar una silueta, la de una fémina con algún artefacto alargado y a la vez estrecho, del cual una sustancia algo viscosa goteaba. A cada paso, la imagen era más y más nítida hasta el punto en que pudieron vislumbrar perfectamente la hoja de una espada impregnada en sangre, la cual no paraba de gotear como si estuviese aún conectada en el cuerpo de alguna criatura viviente, pero no era así. Frente a la fémina yacía un cuerpo, alguien agonizante que no podía sino mirar con terror a la mujer que se erguía frente a él, pues parte de su cuello había sido destrozado presuntamente por un zarpazo o tal vez… Mordidas.
—Pensar que eras tan macho cuando apenas me viste —decía burlona la chica, con la boca empapada en sangre.
El hombre, quien probablemente había soltado tal alarido ahora mismo parecía todo lo contrario de lo que ella acababa de describir. Estaba aterrado, con los ojos desorbitados, ambas manos en su cuello tratando de parar la hemorragia y con un cuerpo completamente tembloroso. Sabía que su fin estaba cerca, pero se negaba a aceptarlo.
Hasta que…
La chica de cabellos azabaches se inclinó sobre él, para darle el golpe de gracia.
Ella se agazapó sobre el hombre, lo suficiente para que cualquiera con mala vista pudiese malinterpretar la situación como si de una pareja se tratase, teniendo relaciones sexuales en pleno llano, pero la realidad era que la chica había clavado sus dientes en la carne del contrario para arrebatarle un trozo de carne, uno bastante generoso con el cual aumentaría el caudal de sangre que brotaba de aquella persona que ya ni siquiera podía gritar.
Katsumi había arrancado otro trozo de carne del cuello de aquel bandido, pero ni siquiera se precisó de escupirlo para poder hablar nuevamente…
—¿Cómo se siente? ¿Qué te mate la putita que querías secuestrar? —decía burlona, sin ningún tipo de inconveniente a pesar de, supuestamente, tener un trozo de carne en la boca.
—Te dije que no teníamos que venir —dijo en un susurro una atemorizada Koko, quien no hacía más que temblar detrás de Datsue, que había decidido liderar la marcha.