18/11/2017, 05:47
(Última modificación: 18/11/2017, 05:49 por Uchiha Datsue.)
Cuando la aguja se introdujo en su piel, no pudo evitar apartar la mirada. Su pulso se aceleró momentáneamente, hasta que el sedante inundó su torrente sanguíneo. Fue como si su cuerpo funcionase con electricidad y le quitasen de pronto la batería hidroeléctrica. O lo desenchufasen de la toma de corriente. Simplemente, se apagó.
Pero hubo algo que se revolvió en su interior. Algo que, lejos de adormecerse, estaba más pletórico que nunca, como un niño cuando al fin llega el día de su cumpleaños y ve que le regalan lo que tanto quería…
«¡¡JIA, JIA, JIA, JIAAA!!»
Datsue se consideraba un chico listo, pero incluso él tenía que reconocer que acababa de cometer la mayor estupidez del mundo. Normalmente, sus pesadillas duraban poco porque su mente, en un mecanismo de defensa, le despertaba. Era como cuando una persona se desmaya al recibir demasiado dolor. El cerebro se desconecta para protegerse. Con Datsue sucedía igual, solo que a la inversa. Le despertaba para volver a tener el control y huir del Shukaku.
Ahora, sin embargo, sedado… ya no era posible. Revivió la misma pesadilla que siempre, pero cuando el pueblo de Uzu clavaba sus alargados dedos alrededor de sus ojos y se los arrancaba de las cuencas, ya no era capaz de huir de aquel mundo onírico. Y cuando le rompían los dedos, uno a uno, tampoco. Ni cuando le doblaban el brazo en un ángulo imposible para el codo. Ni cuando cientos de katanas le atravesaban de un lado a otro como si fuese un erizo. Ni cuando le arrancaban la cabeza de cuajo, y todavía seguía sintiendo su cuerpo siendo mutilado. El dolor era tan grande, que no podía ni gritar. Y, lo peor de todo, es que tampoco podía…
…morir. Porque Uchiha Datsue deseaba con todas sus fuerzas hacerlo, solo para dejar de sentir nada más.
Sollozaba. Llevaba así un buen rato, bajo las sábanas, en un llanto mudo. Silencioso. De pequeño, cuando lloraba, le servía como efecto balsámico. Le limpiaba por dentro. Le quitaba la presión que sentía en el pecho.
No aquella vez.
No solo no le ayudaba, sino que todavía sentía mayor angustia. Tanta que le dolía el pecho. Tanta que casi no podía ni respirar. Necesitaba aire. Aire fresco.
Con mucho cuidado de no hacer ruido, salió de debajo de las sábanas. Tomó la túnica, doblada sobre la mesita de noche, y se arrebujó en ella. Luego se colocó la mochila, por si acaso. De puntillas, agarró las sandalias con una mano, sin ponérselas todavía —pues harían ruido contra el suelo de madera—, y descorrió con cuidado la ventana. Saltó por el hueco y aterrizó en la alfombra de hierba, flexionando las rodillas y dando una voltereta en el suelo para amortiguar la caída.
Ahora sí, se colocó las sandalias y respiró hondo. Todo lo que su pecho oprimido le permitía. Todavía no se veía el sol, pero el cielo empezaba a tomar color. En los dos últimos meses, jamás había dormido tanto tiempo seguido como aquella vez. Sonrió amargamente, mientras las lágrimas todavía seguían cayendo por sus mejillas.
Qué iluso había sido. Aquellas pesadillas jamás terminarían. No hasta que su cerebro se apagase de verdad. No hasta que se dejase abrazar por Izanagi. Quizá era el momento de hacerlo.
Desorientado, empezó a caminar, alejándose de la cabaña…
Pero hubo algo que se revolvió en su interior. Algo que, lejos de adormecerse, estaba más pletórico que nunca, como un niño cuando al fin llega el día de su cumpleaños y ve que le regalan lo que tanto quería…
«¡¡JIA, JIA, JIA, JIAAA!!»
Datsue se consideraba un chico listo, pero incluso él tenía que reconocer que acababa de cometer la mayor estupidez del mundo. Normalmente, sus pesadillas duraban poco porque su mente, en un mecanismo de defensa, le despertaba. Era como cuando una persona se desmaya al recibir demasiado dolor. El cerebro se desconecta para protegerse. Con Datsue sucedía igual, solo que a la inversa. Le despertaba para volver a tener el control y huir del Shukaku.
Ahora, sin embargo, sedado… ya no era posible. Revivió la misma pesadilla que siempre, pero cuando el pueblo de Uzu clavaba sus alargados dedos alrededor de sus ojos y se los arrancaba de las cuencas, ya no era capaz de huir de aquel mundo onírico. Y cuando le rompían los dedos, uno a uno, tampoco. Ni cuando le doblaban el brazo en un ángulo imposible para el codo. Ni cuando cientos de katanas le atravesaban de un lado a otro como si fuese un erizo. Ni cuando le arrancaban la cabeza de cuajo, y todavía seguía sintiendo su cuerpo siendo mutilado. El dolor era tan grande, que no podía ni gritar. Y, lo peor de todo, es que tampoco podía…
…morir. Porque Uchiha Datsue deseaba con todas sus fuerzas hacerlo, solo para dejar de sentir nada más.
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Sollozaba. Llevaba así un buen rato, bajo las sábanas, en un llanto mudo. Silencioso. De pequeño, cuando lloraba, le servía como efecto balsámico. Le limpiaba por dentro. Le quitaba la presión que sentía en el pecho.
No aquella vez.
No solo no le ayudaba, sino que todavía sentía mayor angustia. Tanta que le dolía el pecho. Tanta que casi no podía ni respirar. Necesitaba aire. Aire fresco.
Con mucho cuidado de no hacer ruido, salió de debajo de las sábanas. Tomó la túnica, doblada sobre la mesita de noche, y se arrebujó en ella. Luego se colocó la mochila, por si acaso. De puntillas, agarró las sandalias con una mano, sin ponérselas todavía —pues harían ruido contra el suelo de madera—, y descorrió con cuidado la ventana. Saltó por el hueco y aterrizó en la alfombra de hierba, flexionando las rodillas y dando una voltereta en el suelo para amortiguar la caída.
Ahora sí, se colocó las sandalias y respiró hondo. Todo lo que su pecho oprimido le permitía. Todavía no se veía el sol, pero el cielo empezaba a tomar color. En los dos últimos meses, jamás había dormido tanto tiempo seguido como aquella vez. Sonrió amargamente, mientras las lágrimas todavía seguían cayendo por sus mejillas.
Qué iluso había sido. Aquellas pesadillas jamás terminarían. No hasta que su cerebro se apagase de verdad. No hasta que se dejase abrazar por Izanagi. Quizá era el momento de hacerlo.
Desorientado, empezó a caminar, alejándose de la cabaña…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado