22/11/2017, 02:57
—¿Para qué te gustaría ir a Tane-Shigai, desconocido?
El gyojin parpadeó un par de veces, perplejo. No se lo podía creer, no. Y es que aunque hiciese el esfuerzo sobrehumano de ser cordial con cualquier desconocido, y de no ir tocándole los cojones a cualquier desconocido como lo solía hacer antes; el prójimo no parecía querer pagarle con la misma moneda. ¿Entonces de qué le servía mantenerse a raya, si de todas formas un tuerto hijo de puta iba a hablarle así, golpeado y malsonante? ¿desconfiando de él, del símbolo que reposaba visible sobre el frío metal de su bandana, y de sus intenciones?
Kaido agachó la cabeza, y llevó su mano hasta su entrecejo. Lo frotó, lo frotó como si intentase calmar a la bestia en su interior, que deseaba comerse al tuerto de un bocado.
Pero no, no era una reacción inteligente. Ni mucho menos oportuna. No si quería salir de ese endemoniado laberinto de bambúes, y nieve. ¿Y quién mejor que aquel shinobi de la Hierba para que le ayudase?
—A ver, colega. ¿No crees que podrías ser un poco más cordial con los extranjeros como yo? ¿o es que todavía estás resentido por todo eso de que nuestras aldeas se echaron mierda durante un mes por lo de la Uzukage que creíamos haber asesinado? porque al final han sido los mismos uzujin los que se la han cargado, eh, así que...
Luego, un carismático silencio. Sí, prefirió callar y dejar que aquel muchacho respondiera, mientras le observaba con agudo escrutinio. Algo le decía al escualo que el tuerto iba a pensárselo mejor, pero sino; ya sería otra historia.
El gyojin parpadeó un par de veces, perplejo. No se lo podía creer, no. Y es que aunque hiciese el esfuerzo sobrehumano de ser cordial con cualquier desconocido, y de no ir tocándole los cojones a cualquier desconocido como lo solía hacer antes; el prójimo no parecía querer pagarle con la misma moneda. ¿Entonces de qué le servía mantenerse a raya, si de todas formas un tuerto hijo de puta iba a hablarle así, golpeado y malsonante? ¿desconfiando de él, del símbolo que reposaba visible sobre el frío metal de su bandana, y de sus intenciones?
Kaido agachó la cabeza, y llevó su mano hasta su entrecejo. Lo frotó, lo frotó como si intentase calmar a la bestia en su interior, que deseaba comerse al tuerto de un bocado.
Pero no, no era una reacción inteligente. Ni mucho menos oportuna. No si quería salir de ese endemoniado laberinto de bambúes, y nieve. ¿Y quién mejor que aquel shinobi de la Hierba para que le ayudase?
—A ver, colega. ¿No crees que podrías ser un poco más cordial con los extranjeros como yo? ¿o es que todavía estás resentido por todo eso de que nuestras aldeas se echaron mierda durante un mes por lo de la Uzukage que creíamos haber asesinado? porque al final han sido los mismos uzujin los que se la han cargado, eh, así que...
Luego, un carismático silencio. Sí, prefirió callar y dejar que aquel muchacho respondiera, mientras le observaba con agudo escrutinio. Algo le decía al escualo que el tuerto iba a pensárselo mejor, pero sino; ya sería otra historia.