2/12/2017, 19:05
El claro, claro. Uno que con la nieve, quizás, se había convertido en un paso difícil de discernir, al menos para inexperimentados exploradores como él. Viniendo, sobre todo, de una tierra vasta con parajes y planicies poco frondosas de vegetación. Sólo lluvia.
De cualquier forma, Kaido supo agradecer que Kuranosuke aceptara su presentación, y que se ofreciese a ser su guía. Sin embargo, le dio la impresión de que aquello no era un buen acto de samaritano sino una forma de cerciorarse de que las intenciones del Amejin para con sus tierras eran, cuanto menos, inofensivas para Kusagakure y su gente.
—Puedo llevarte hasta Tane-Shigai si es lo que deseas, Umikiba Kaido. Si es que no te inoportunaría ser guiado por un tuerto poco amigable...
—Me importunaría más tener que pasar la noche aquí, y sucumbir a la hipotermia. Como si no fuese lo bastante azul ya, ¿no crees? —bromeó—. además, sé por uno de tus colegas de profesión que conocéis muy bien vuestros caminos, y que en general todos los kusajin son diestros a la hora de moverse entre bosques.
Entonces, el escualo inquirió en algo muy curioso.
»Sabes, allá en el país de la Tormenta tenemos un lugar llamado Bosque de Azur, un sitio muy misterioso del que aparentemente nadie conoce a ciencia cierta el cómo es en su interior. Dicen las malas lenguas que una vez dentro, es imposible volver a salir. El por qué no parece estar del todo claro, pero... quizás sería buena idea llevarte algún día, a ver si es cierto lo que se dice de Azur, y lo que se dice de vosotros.
Kaido dijo todo aquello habiéndose puesto previamente a la par de su interlocutor, y siguiéndole el paso una vez éste hubiese comenzado a caminar. A la dirección que fuera, pues aquello estaba enteramente en sus manos.
De cualquier forma, Kaido supo agradecer que Kuranosuke aceptara su presentación, y que se ofreciese a ser su guía. Sin embargo, le dio la impresión de que aquello no era un buen acto de samaritano sino una forma de cerciorarse de que las intenciones del Amejin para con sus tierras eran, cuanto menos, inofensivas para Kusagakure y su gente.
—Puedo llevarte hasta Tane-Shigai si es lo que deseas, Umikiba Kaido. Si es que no te inoportunaría ser guiado por un tuerto poco amigable...
—Me importunaría más tener que pasar la noche aquí, y sucumbir a la hipotermia. Como si no fuese lo bastante azul ya, ¿no crees? —bromeó—. además, sé por uno de tus colegas de profesión que conocéis muy bien vuestros caminos, y que en general todos los kusajin son diestros a la hora de moverse entre bosques.
Entonces, el escualo inquirió en algo muy curioso.
»Sabes, allá en el país de la Tormenta tenemos un lugar llamado Bosque de Azur, un sitio muy misterioso del que aparentemente nadie conoce a ciencia cierta el cómo es en su interior. Dicen las malas lenguas que una vez dentro, es imposible volver a salir. El por qué no parece estar del todo claro, pero... quizás sería buena idea llevarte algún día, a ver si es cierto lo que se dice de Azur, y lo que se dice de vosotros.
Kaido dijo todo aquello habiéndose puesto previamente a la par de su interlocutor, y siguiéndole el paso una vez éste hubiese comenzado a caminar. A la dirección que fuera, pues aquello estaba enteramente en sus manos.