3/12/2017, 00:07
—Me halagas, Kuranosuke-san. No obstante, tengo por regla que sólo una hermosa mujer de voluptuosos atributos es la que puede explorar los misterios que esconde el exótico Tiburón de Amegakure. Tendrás que conformarte con meterte al Bosque de Azur y enterarte de qué coño es lo que pasa ahí dentro.
—Hmpf... como desees. Dame un tiempo y verás que se cuentan historias de cómo un ninja de Kusagakure puso bajo tierra las historias del terrible bosque Azur —aseguró con confianza.
Puso en marcha sus piernas una vez más, a la par que su acompañante se apresuraba para no quedarse atrás. El sonido de la nieve crujiendo le resultaba agradable.
—Tu turno, pero perdí interés en el libro. Por qué mejor no me dices cómo coño perdiste el ojo, que a fin de cuentas ha de ser una historia más interesante de lo que pueden llegar a ser tus jodidos gustos literarios.
Kuranosuke le dirigió la mirada, esta vez sin detenerse.
—Es curioso que preguntes, ambos están relacionados. Me los regaló el mismo hombre —indicó, taciturno—. Mi padre.
Desvió la mirada de su único ojo. Sintió un fuerte dolor fantasmal en la cuenca que antes albergaba al gemelo del mencionado.
La nieve crujiendo bajo sus pies. El viento acariciándole las mejillas.
—Hmpf... como desees. Dame un tiempo y verás que se cuentan historias de cómo un ninja de Kusagakure puso bajo tierra las historias del terrible bosque Azur —aseguró con confianza.
Puso en marcha sus piernas una vez más, a la par que su acompañante se apresuraba para no quedarse atrás. El sonido de la nieve crujiendo le resultaba agradable.
—Tu turno, pero perdí interés en el libro. Por qué mejor no me dices cómo coño perdiste el ojo, que a fin de cuentas ha de ser una historia más interesante de lo que pueden llegar a ser tus jodidos gustos literarios.
Kuranosuke le dirigió la mirada, esta vez sin detenerse.
—Es curioso que preguntes, ambos están relacionados. Me los regaló el mismo hombre —indicó, taciturno—. Mi padre.
Desvió la mirada de su único ojo. Sintió un fuerte dolor fantasmal en la cuenca que antes albergaba al gemelo del mencionado.
La nieve crujiendo bajo sus pies. El viento acariciándole las mejillas.