3/12/2017, 19:55
(Última modificación: 3/12/2017, 19:57 por Amedama Daruu.)
Afortunadamente, las direcciones de Dandan Ryū eran claras y concisas. Apuntaban a una dirección cerca del sur de la ciudad, al auspicio de la muralla. Allí, un ajetreado mercado de artesanos la acogió en su seno, y pronto se vio caminando entre el olor a cuero y a metal, y el sonido inconfundible de los martillos de herrero. Las torres y grandes edificios escaseaban en aquél insólito rincón de la Lluvia, y las que abundaban eran casitas pequeñas y de madera. Bueno, pequeñas moviéndonos en el gran esquema de las cosas que era Amegakure. Digamos que no había edificios con más de tres o cuatro pisos.
Desafortunadamente, de entre todos los yunques que vio, no había ni uno que hubiera decidido tomar forma de establecimiento, y por supuesto, ninguno de ellos estaba Enamorado. En la dirección que había escrita en la nota, no vivía ningún herrero. En su lugar, lo que encontró fue una modesta joyería. El cartel rezaba Abalorios Yime-hime, tallado en la madera, y se balanceaba suavemente con el viento.
Desafortunadamente, de entre todos los yunques que vio, no había ni uno que hubiera decidido tomar forma de establecimiento, y por supuesto, ninguno de ellos estaba Enamorado. En la dirección que había escrita en la nota, no vivía ningún herrero. En su lugar, lo que encontró fue una modesta joyería. El cartel rezaba Abalorios Yime-hime, tallado en la madera, y se balanceaba suavemente con el viento.