3/12/2017, 23:06
Siendo una kunoichi, de vez en cuando tenía que cumplir con algún encargo por muy simple que pudiera llegar a ser, era obvio, pues era el trabajo de todo shinobi. Pero a veces uno no tiene mucho interés por hacer trabajos oficiales que puedan consumir todo el día, ni menos viajar por muchos más, ¿cierto?
Ese era el caso de Kageyama Koko, genin de Uzushiogakure que tenía de todo menos ganas de ponerse a trabajar así que se fue a pasear por ahí, de paso podría aprovechar para entrenar un poco.
Fue así como salió de la aldea tras pedir la autorización correspondiente y comenzó a deambular sin rumbo fijo.
Y a pesar de que se haya planteado el regresar a la aldea en el mismo día, terminó por perder noción del tiempo. Caminó y caminó hasta llegar a la ciudad de Los Herreros, donde se topó con cierto conocido suyo.
Este herrero lo único que atinó a hacer, fue solicitarle a la kunoichi un simple e inocente favor, el cual ella encantada accedió a cumplirle. Lo que no sabía era que dicho favor implicaba darse un viajesito bastante largo.
¿Qué tenía qué hacer?
Llevar una carta, sellada con cera en forma de corazón, ¿qué podría significar?
¿A dónde?
A la Ribera del sur.
Sí, hasta la maldita Ribera del sur, donde el dichoso herrero había viajado una vez y donde había conocido a una mujer en particular que —según él— le había robado el corazón. Y lo peor era que la rubia ya había accedido a cumplirle el caprichito, entonces, al no poder echarse atrás, comenzó la marcha, primero con rumbo hacia el norte, hacia Ushi.
Al cuarto día llegó hasta el puente Kannabi, tras el cual se encontraba el bosque de los hongos. Iba bien encaminada, o eso parecía indicar el mapa, hasta que logró salir del bosque.
Algo estaba mal… Debería de estar aún en ese bosque rumbo a Tane-Shigai, pero… ¿por qué había salido tan rápido? ¿y por qué todo el santo mundo estaba trabajando plantaciones de arroz?
—Mierda —dijo en un murmullo apenas audible y con una alegre sonrisa en su rostro.
Se había desviado sin darse cuenta en dirección contraria a Tane-shigai. Fue así como terminó en los Arrozales del Silencio, donde todos —obviamente— trabajaban el arroz.
A excepción de un par de individuos que parecían estar entablando una conversación bastante animada, o por lo menos eso pensaba la de Uzushio al escuchar esas carcajadas de uno de los dos.
La rubia no hizo otra cosa que acercarse a ellos, sencillamente para pedir al menos una mínima indicación para llegar bien a Tane-Shigai, y para su suerte, uno de aquellos dos poseía una bandana con el símbolo de Kusagakure. «Él tiene que saber el camino »pensó felizmente.
—Buenas tardes, disculpen la interrupción —saludó esbozando una sonrisa y dedicándoles una ligera reverencia—. ¿Serían tan amables de indicarme cómo llegar a Tane-Shigai desde aquí? —preguntó esperando pacientemente una respuesta.
Lo malo era que con la reverencia que les había dedicado había mostrado inconscientemente el símbolo de su bandana, lo que serviría como una identificación ante aquellos dos.
Ese era el caso de Kageyama Koko, genin de Uzushiogakure que tenía de todo menos ganas de ponerse a trabajar así que se fue a pasear por ahí, de paso podría aprovechar para entrenar un poco.
Fue así como salió de la aldea tras pedir la autorización correspondiente y comenzó a deambular sin rumbo fijo.
Y a pesar de que se haya planteado el regresar a la aldea en el mismo día, terminó por perder noción del tiempo. Caminó y caminó hasta llegar a la ciudad de Los Herreros, donde se topó con cierto conocido suyo.
Este herrero lo único que atinó a hacer, fue solicitarle a la kunoichi un simple e inocente favor, el cual ella encantada accedió a cumplirle. Lo que no sabía era que dicho favor implicaba darse un viajesito bastante largo.
¿Qué tenía qué hacer?
Llevar una carta, sellada con cera en forma de corazón, ¿qué podría significar?
¿A dónde?
A la Ribera del sur.
Sí, hasta la maldita Ribera del sur, donde el dichoso herrero había viajado una vez y donde había conocido a una mujer en particular que —según él— le había robado el corazón. Y lo peor era que la rubia ya había accedido a cumplirle el caprichito, entonces, al no poder echarse atrás, comenzó la marcha, primero con rumbo hacia el norte, hacia Ushi.
Al cuarto día llegó hasta el puente Kannabi, tras el cual se encontraba el bosque de los hongos. Iba bien encaminada, o eso parecía indicar el mapa, hasta que logró salir del bosque.
Algo estaba mal… Debería de estar aún en ese bosque rumbo a Tane-Shigai, pero… ¿por qué había salido tan rápido? ¿y por qué todo el santo mundo estaba trabajando plantaciones de arroz?
—Mierda —dijo en un murmullo apenas audible y con una alegre sonrisa en su rostro.
Se había desviado sin darse cuenta en dirección contraria a Tane-shigai. Fue así como terminó en los Arrozales del Silencio, donde todos —obviamente— trabajaban el arroz.
A excepción de un par de individuos que parecían estar entablando una conversación bastante animada, o por lo menos eso pensaba la de Uzushio al escuchar esas carcajadas de uno de los dos.
La rubia no hizo otra cosa que acercarse a ellos, sencillamente para pedir al menos una mínima indicación para llegar bien a Tane-Shigai, y para su suerte, uno de aquellos dos poseía una bandana con el símbolo de Kusagakure. «Él tiene que saber el camino »pensó felizmente.
—Buenas tardes, disculpen la interrupción —saludó esbozando una sonrisa y dedicándoles una ligera reverencia—. ¿Serían tan amables de indicarme cómo llegar a Tane-Shigai desde aquí? —preguntó esperando pacientemente una respuesta.
Lo malo era que con la reverencia que les había dedicado había mostrado inconscientemente el símbolo de su bandana, lo que serviría como una identificación ante aquellos dos.