5/12/2017, 20:02
Ante la explicación del recepcionista, Kuranosuke se limitó a asentir con actitud taciturna. «Al menos están trabajando por el bien de la aldea... es algo».
Se le hizo entrega del pergamino que contenía los detalles de su misión venidera.
—Muchas gracias, gloria a Kusagakure —realizó una reverencia y se retiró a una esquina donde no le cortaría el paso a nadie.
Entonces le echó un vistazo a sus tareas. Al terminar de informarse, suspiró. En esta ocasión requerían un pinche de cocina. Kuranosuke se sentía más como un recadero que como un shinobi. «Cocinar nunca se me ha dado especialmente bien pero... es mi deber. Espero que el nuevo cliente disponga de un poco de paciencia...», reflexionó, mentalizándose lo máximo posible en pos de no dejar entrar a la terrible influencia del temor.
Enrolló el pergamino y lo introdujo en uno de los bolsillos interiores de su grueso abrigo.
Rōsuto no Moeru, ese era el nombre del lugar al que su responsabilidad le obligaba a ir.
Se puso en marcha en dirección a la Torre de Ocio...
Se le hizo entrega del pergamino que contenía los detalles de su misión venidera.
—Muchas gracias, gloria a Kusagakure —realizó una reverencia y se retiró a una esquina donde no le cortaría el paso a nadie.
Entonces le echó un vistazo a sus tareas. Al terminar de informarse, suspiró. En esta ocasión requerían un pinche de cocina. Kuranosuke se sentía más como un recadero que como un shinobi. «Cocinar nunca se me ha dado especialmente bien pero... es mi deber. Espero que el nuevo cliente disponga de un poco de paciencia...», reflexionó, mentalizándose lo máximo posible en pos de no dejar entrar a la terrible influencia del temor.
Enrolló el pergamino y lo introdujo en uno de los bolsillos interiores de su grueso abrigo.
Rōsuto no Moeru, ese era el nombre del lugar al que su responsabilidad le obligaba a ir.
Se puso en marcha en dirección a la Torre de Ocio...