6/12/2017, 16:15
—Aquí tiene
La chica tomó el pergamino que había solicitado y lo abrió, leyendo el contenido para asegurarse de que aquel chaval era en realidad el ayudante que habían solicitado y, una vez lo hubo confirmado, guardó el rollo y le hizo una seña con la mano indicando que le siguiera, adentrándose en el interior del local.
Desde la entrada podía verse prácticamente todo el salón, que estaba decorado de una forma muy elegante. La mayoría de las mesas eran redondas, con manteles blancos que llegaban hasta prácticamente el suelo. En el centro de cada mesa podía verse una pequeña maceta con flores de diversos colores, dándole un toque alegre y particular a cada una. El suelo estaba cubierto por alfombras que simulaban caminos, de color crema y el suelo que quedaba visible era de una madera color tostado. Del techo colgaban varias lámparas de araña con pequeños cristales y con un tamaño considerable y que le daba al lugar un ambiente familiar y a la vez, elegante.
— Vale, sígueme, te llevo a las cocinas.
Atravesaron el amplio salón, hasta dar con unas puertas que se abrían hacia dentro y hacia fuera, según lo requiriera la situación, con una ventana circular en la parte superior de cada una.
Al cruzar estas puertas, la calma que se sentía en el salón desaparecía y entrabas en un mundo de continuo movimiento, olores mezclados, órdenes y sonidos de utensilios de cocina.
— ¡Ryoori! Aquí traigo al ayudante que habías pedido, tú te encargas de él, ¿sí?
Al instante apreció un hombre menudo, que apenas superaba el metro sesenta de altura, delgado, con los ojos color miel y el pelo castaño, en cierto modo se podía decir que era hasta atractivo.
— Vale, genial, toma, ponte esto y ahora te explico todo. — Y le arrojó lo que iba a ser su traje de faena en aquella ocasión, una camisa de botones blanca, de manga larga, típica de los cocineros y un pantalón blanco.
La chica tomó el pergamino que había solicitado y lo abrió, leyendo el contenido para asegurarse de que aquel chaval era en realidad el ayudante que habían solicitado y, una vez lo hubo confirmado, guardó el rollo y le hizo una seña con la mano indicando que le siguiera, adentrándose en el interior del local.
Desde la entrada podía verse prácticamente todo el salón, que estaba decorado de una forma muy elegante. La mayoría de las mesas eran redondas, con manteles blancos que llegaban hasta prácticamente el suelo. En el centro de cada mesa podía verse una pequeña maceta con flores de diversos colores, dándole un toque alegre y particular a cada una. El suelo estaba cubierto por alfombras que simulaban caminos, de color crema y el suelo que quedaba visible era de una madera color tostado. Del techo colgaban varias lámparas de araña con pequeños cristales y con un tamaño considerable y que le daba al lugar un ambiente familiar y a la vez, elegante.
— Vale, sígueme, te llevo a las cocinas.
Atravesaron el amplio salón, hasta dar con unas puertas que se abrían hacia dentro y hacia fuera, según lo requiriera la situación, con una ventana circular en la parte superior de cada una.
Al cruzar estas puertas, la calma que se sentía en el salón desaparecía y entrabas en un mundo de continuo movimiento, olores mezclados, órdenes y sonidos de utensilios de cocina.
— ¡Ryoori! Aquí traigo al ayudante que habías pedido, tú te encargas de él, ¿sí?
Al instante apreció un hombre menudo, que apenas superaba el metro sesenta de altura, delgado, con los ojos color miel y el pelo castaño, en cierto modo se podía decir que era hasta atractivo.
— Vale, genial, toma, ponte esto y ahora te explico todo. — Y le arrojó lo que iba a ser su traje de faena en aquella ocasión, una camisa de botones blanca, de manga larga, típica de los cocineros y un pantalón blanco.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»