7/12/2017, 00:33
La mujer, satisfecha, le permitió la entrada. Consciente de que ahora venía lo bueno, el muchacho caminó con afán, deseoso de terminar cuanto antes con aquella venidera tortura.
La camarera lo guió por un precioso salón que gritaba "lujo" y "calidad". Kuranosuke pensó que los dueños del restaurante no debían de sufrir problemas de capital; nada inverosímil teniendo en cuenta la cantidad de comensales que aguardaban con ansia la apertura de las puertas del restorán.
El ninja fue llevado de la armoniosa zona reservada para los clientes a la ajetreada parte del personal, donde las cocinas podían encontrarse. Lo primero en lo que reparó el tuerto fue la estampida de agradables aromas que permeaba el ambiente, haciendo el deleite de sus sentidos.
Finalmente, la chica de la entrada lo dejó en las manos de un tal Ryoori, sujeto que le superaba ampliamente en altura y de facciones agraciadas. Sin presentación de ningún tipo, el referido le hizo entrega de un uniforme de cocina.
Kuranosuke lo atrapó al vuelo y se quedó mirándolo, algo perplejo.
—¿Disponen de algún lugar donde pueda cambiarme...?
Esperaba que no pretendieran que se mudara de ropajes en mitad del pasillo.
La camarera lo guió por un precioso salón que gritaba "lujo" y "calidad". Kuranosuke pensó que los dueños del restaurante no debían de sufrir problemas de capital; nada inverosímil teniendo en cuenta la cantidad de comensales que aguardaban con ansia la apertura de las puertas del restorán.
El ninja fue llevado de la armoniosa zona reservada para los clientes a la ajetreada parte del personal, donde las cocinas podían encontrarse. Lo primero en lo que reparó el tuerto fue la estampida de agradables aromas que permeaba el ambiente, haciendo el deleite de sus sentidos.
Finalmente, la chica de la entrada lo dejó en las manos de un tal Ryoori, sujeto que le superaba ampliamente en altura y de facciones agraciadas. Sin presentación de ningún tipo, el referido le hizo entrega de un uniforme de cocina.
Kuranosuke lo atrapó al vuelo y se quedó mirándolo, algo perplejo.
—¿Disponen de algún lugar donde pueda cambiarme...?
Esperaba que no pretendieran que se mudara de ropajes en mitad del pasillo.