7/12/2017, 16:01
Kaidó espetó varios insultos a su aldea sin provocación alguna. El tuerto no pudo si no dirigirle una mirada taciturna, sopesando si mantener su característica educación o adquirir una actitud más desagradable hacia su acompañante. Finalmente optó por lo primero, guardándose su animosidad para sí.
—Me alegra ver que las costumbres de Kusagakure te resultan tan humorísticas. Nosotros pensamos exactamente lo mismo —expresó, supurando sarcasmo.
Entonces cambió el tema.
—No está muy lejos de aquí, es un claro donde no suelen pasar animales salvajes. En alguna ocasión he acampado ahí. Si no te molesta pasar la noche al raso, no conozco lugar mejor por estos lares.
—Me alegra ver que las costumbres de Kusagakure te resultan tan humorísticas. Nosotros pensamos exactamente lo mismo —expresó, supurando sarcasmo.
Entonces cambió el tema.
—No está muy lejos de aquí, es un claro donde no suelen pasar animales salvajes. En alguna ocasión he acampado ahí. Si no te molesta pasar la noche al raso, no conozco lugar mejor por estos lares.