7/12/2017, 18:01
La línea de producción del restaurante era una máquina eficiente y bien engrasada. No obstante, el muchacho no dispondría de tiempo para detenerse y observar sus fascinantes intrínsecos. Ryoori le indicó su puesto y el genin, ni corto ni perezoso, se colocó donde le correspondía.
Llegaba el momento de la verdad. La camarera que lo había atendido en la entrada irrumpió en escena y avisó a todos los presentes de que el restorán iba a abrir en breves. Kuranosuke crujió sus nudillos.
Ahora respondía al jefe de la sección de cortado. Sin preocuparse por la identidad del tuerto les dió ordenes a todos sus subordinados, el referido inclusive. Este asintió de manera enérgica.
Tomó uno de los cuchillos de cocina, hojas temiblemente afiladas a pesar de que eran fabricadas para tareas domésticas y no la guerra. Acto seguido agarró una de las múltiples ristras de carne que le esperaban y la depositó frente a sí, en la tabla de madera.
«Tres centímetros de grosor, está bien.», echando mano de su entrenamiento samurái, el genin comenzó a cortar en tacos del tamaño que se le había ordenado. Agarró el penacho con la mano izquierda y la derecha llevó a cabo mociones mecánicas, tajando una y otra vez. Era distinto al uso de una espada pero, al fin y al cabo no dejaba de ser cortar...
Llegaba el momento de la verdad. La camarera que lo había atendido en la entrada irrumpió en escena y avisó a todos los presentes de que el restorán iba a abrir en breves. Kuranosuke crujió sus nudillos.
Ahora respondía al jefe de la sección de cortado. Sin preocuparse por la identidad del tuerto les dió ordenes a todos sus subordinados, el referido inclusive. Este asintió de manera enérgica.
Tomó uno de los cuchillos de cocina, hojas temiblemente afiladas a pesar de que eran fabricadas para tareas domésticas y no la guerra. Acto seguido agarró una de las múltiples ristras de carne que le esperaban y la depositó frente a sí, en la tabla de madera.
«Tres centímetros de grosor, está bien.», echando mano de su entrenamiento samurái, el genin comenzó a cortar en tacos del tamaño que se le había ordenado. Agarró el penacho con la mano izquierda y la derecha llevó a cabo mociones mecánicas, tajando una y otra vez. Era distinto al uso de una espada pero, al fin y al cabo no dejaba de ser cortar...