10/12/2017, 01:01
El chūnin abrió mucho los ojos, incrédulo.
—¿Que le amenazó? —Repitió las palabras de Reika—. ¡Bien, chica! Aparta, voy a ver lo que puedo hacer con esa puerta.
El hombre sacó un juego de ganzúas, y, hábilmente y tras unos segundos, consiguió abrir la cerradura. Los dos entraron adentro. Tras una rápida inspección, confirmaron la impresión que había tenido Reika desde fuera: el perchero estaba caído, y había un delantal en el suelo.
Pero el establecimiento estaba vacío.
—Aquí no hay nadie, chica. Oye, ¿cuál es tu nombre? Yo me llamo Kame. Yareyare Kame. —Se rascó la nuca—. Oye, ¿estás segura de que ha sido un ajuste de cuentas? Yo no veo ningún signo de violencia. Quizás salieron de aquí con prisa por algo.
»¿Has considerado la posibilidad de que hayas llegado a una conclusión equivocada?
—¿Que le amenazó? —Repitió las palabras de Reika—. ¡Bien, chica! Aparta, voy a ver lo que puedo hacer con esa puerta.
El hombre sacó un juego de ganzúas, y, hábilmente y tras unos segundos, consiguió abrir la cerradura. Los dos entraron adentro. Tras una rápida inspección, confirmaron la impresión que había tenido Reika desde fuera: el perchero estaba caído, y había un delantal en el suelo.
Pero el establecimiento estaba vacío.
—Aquí no hay nadie, chica. Oye, ¿cuál es tu nombre? Yo me llamo Kame. Yareyare Kame. —Se rascó la nuca—. Oye, ¿estás segura de que ha sido un ajuste de cuentas? Yo no veo ningún signo de violencia. Quizás salieron de aquí con prisa por algo.
»¿Has considerado la posibilidad de que hayas llegado a una conclusión equivocada?