10/12/2017, 20:19
Aquel era un hermoso día soleado sin ninguna nube en el cielo. La paz y la tranquilidad reinaba por allí en la frontera entre el país de la tormenta y el país del bosque y Ritsuko… ella simplemente tenía que mantenerse atenta a lo que pasase por aquel diminuto puesto.
Ese era su encargo, vigilar la frontera, un trabajo sencillo que considerando la situación actual, no tendría que dar problemas mayores ni suponer un riesgo para una genin sin experiencia. Además, ante cualquier situación extraña o individuo sospechoso, simplemente tenía que alertar al chuunin que la acompañaba.
Lo único que podía considerarse malo era el frío glacial que hacía por esa zona y que —para colmo— en aquella pequeña construcción no había calefacción, dependían completamente de los abrigos que tuviesen así que a la pelirroja se la podía ver bien aferrada a su capa en un intento de refugiarse de la tan baja temperatura.
Las horas pasaban y no se veía ni un alma por allí, ni siquiera los animales decidían pasarse. Pero por suerte para la kunoichi, a la distancia se podía observar la silueta de un hombre, también con una bandana shinobi.
—Ya puedes irte —le dijo el chuunin a la pelirroja.
Esta última asintió antes de despedirse y poco después emprendió la marcha, con rumbo hacia la Ribera Sur que en realidad, era un método para orientarse, había un pequeño pueblito que no figura en los mapas.
«Creo que me echaré a dormir ni bien llegue a la posada »pensaba la joven mientras avanzaba lentamente entre las cañas de bambú.
Ese era su encargo, vigilar la frontera, un trabajo sencillo que considerando la situación actual, no tendría que dar problemas mayores ni suponer un riesgo para una genin sin experiencia. Además, ante cualquier situación extraña o individuo sospechoso, simplemente tenía que alertar al chuunin que la acompañaba.
Lo único que podía considerarse malo era el frío glacial que hacía por esa zona y que —para colmo— en aquella pequeña construcción no había calefacción, dependían completamente de los abrigos que tuviesen así que a la pelirroja se la podía ver bien aferrada a su capa en un intento de refugiarse de la tan baja temperatura.
Las horas pasaban y no se veía ni un alma por allí, ni siquiera los animales decidían pasarse. Pero por suerte para la kunoichi, a la distancia se podía observar la silueta de un hombre, también con una bandana shinobi.
—Ya puedes irte —le dijo el chuunin a la pelirroja.
Esta última asintió antes de despedirse y poco después emprendió la marcha, con rumbo hacia la Ribera Sur que en realidad, era un método para orientarse, había un pequeño pueblito que no figura en los mapas.
«Creo que me echaré a dormir ni bien llegue a la posada »pensaba la joven mientras avanzaba lentamente entre las cañas de bambú.