11/12/2017, 00:40
Siempre fue un problema para Ritsuko no saber dónde ir para llegar a dónde debería de estar… hace varias horas atrás.
Aquella tarde lo único que la pelirroja tenía por hacer, era asistir a uno de los dojos de instrucción donde entrenaría al menos un rato con Akutagawa, aquel chuunin que siempre se había encargado de asesorarla durante su paso por la academia. Pero este hombre jamás se acostumbró a dejarle indicaciones a prueba de idiotas para llegar a un lugar determinado.
En otras palabras, la kunoichi en esos precisos instantes estaba vagando por toda la aldea buscando el dojo específico donde estaría su sensei. Obviamente, no tuvo suerte, pues seguramente aquel hombre se había ido ya maldiciendo a la chica por haberle hecho perder su tiempo, y no podía culparle.
«¿Dónde estoy? »se preguntaba la depresiva fémina mientras seguía su inagotable marcha.
Luego de mucho tiempo, ya al atardecer, cuando el sol apenas podía divisarse en el horizonte, la joven dio con los dojos. Una leve alegría inundó… su mente, su cara seguía siendo la misma depresiva de siempre.
Uno por uno, la pelirroja se asomó por cada dojo por si encontraba Akutagawa. Algunos vacíos, otros estaban ocupados por algunos shinobis entrenando, en otros habían algunos animales, pero no había pista de su maestro.
—Disculpe —dijo rápidamente al interrumpir a alguien en uno de los dojos.
Tan pronto como se disculpó, Ritsuko se dispuso a seguir con su búsqueda, aunque no era que le quedasen muchos más lugares por comprobar.
Aquella tarde lo único que la pelirroja tenía por hacer, era asistir a uno de los dojos de instrucción donde entrenaría al menos un rato con Akutagawa, aquel chuunin que siempre se había encargado de asesorarla durante su paso por la academia. Pero este hombre jamás se acostumbró a dejarle indicaciones a prueba de idiotas para llegar a un lugar determinado.
En otras palabras, la kunoichi en esos precisos instantes estaba vagando por toda la aldea buscando el dojo específico donde estaría su sensei. Obviamente, no tuvo suerte, pues seguramente aquel hombre se había ido ya maldiciendo a la chica por haberle hecho perder su tiempo, y no podía culparle.
«¿Dónde estoy? »se preguntaba la depresiva fémina mientras seguía su inagotable marcha.
Luego de mucho tiempo, ya al atardecer, cuando el sol apenas podía divisarse en el horizonte, la joven dio con los dojos. Una leve alegría inundó… su mente, su cara seguía siendo la misma depresiva de siempre.
Uno por uno, la pelirroja se asomó por cada dojo por si encontraba Akutagawa. Algunos vacíos, otros estaban ocupados por algunos shinobis entrenando, en otros habían algunos animales, pero no había pista de su maestro.
—Disculpe —dijo rápidamente al interrumpir a alguien en uno de los dojos.
Tan pronto como se disculpó, Ritsuko se dispuso a seguir con su búsqueda, aunque no era que le quedasen muchos más lugares por comprobar.