Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Siempre fue un problema para Ritsuko no saber dónde ir para llegar a dónde debería de estar… hace varias horas atrás.
Aquella tarde lo único que la pelirroja tenía por hacer, era asistir a uno de los dojos de instrucción donde entrenaría al menos un rato con Akutagawa, aquel chuunin que siempre se había encargado de asesorarla durante su paso por la academia. Pero este hombre jamás se acostumbró a dejarle indicaciones a prueba de idiotas para llegar a un lugar determinado.
En otras palabras, la kunoichi en esos precisos instantes estaba vagando por toda la aldea buscando el dojo específico donde estaría su sensei. Obviamente, no tuvo suerte, pues seguramente aquel hombre se había ido ya maldiciendo a la chica por haberle hecho perder su tiempo, y no podía culparle.
«¿Dónde estoy? »se preguntaba la depresiva fémina mientras seguía su inagotable marcha.
Luego de mucho tiempo, ya al atardecer, cuando el sol apenas podía divisarse en el horizonte, la joven dio con los dojos. Una leve alegría inundó… su mente, su cara seguía siendo la misma depresiva de siempre.
Uno por uno, la pelirroja se asomó por cada dojo por si encontraba Akutagawa. Algunos vacíos, otros estaban ocupados por algunos shinobis entrenando, en otros habían algunos animales, pero no había pista de su maestro.
—Disculpe —dijo rápidamente al interrumpir a alguien en uno de los dojos.
Tan pronto como se disculpó, Ritsuko se dispuso a seguir con su búsqueda, aunque no era que le quedasen muchos más lugares por comprobar.
Ralexion se decidió a dedicar la totalidad de ese frío día a entrenar.
Para su fortuna, la aldea gozaba de varios dojos destinados exactamente a ese tipo de actividades. Mientras se asegurara de cuidar las instalaciones como se esperaba de él, podía tomar cualquier recinto vacío y utilizarlo como se le antojase.
Así mismo hizo. Se vistió con unos pantalones cortos de color azul marino, tomó unas sandalias negras y una camiseta ligera de tirantes, blanca como la mismísima nieve, con la que ocultarse el torso. Dejó el hitai-ate en uno de los cajones de la mesilla de noche de su habitación, pero tomó el portaobjetos para así poder practicar con los shuriken.
El aire exterior helaba sus huesos; sus ropajes eran sin lugar a dudas escasos para una época así, pero todo formaba parte de su plan de entrenamiento para endurecerse. Apretó los dientes y se desplazó a buen paso hacia los dojos, deseoso, más que nada, de entrar en un lugar donde poder resguardarse del aire tan frío como una cuchilla.
Mientras no agarrara un resfriado, todo bien.
Ya en el interior de uno de esos templos del entrenamiento pudo entrar de sobra en calor. Practicó saltos, piruetas básicas, flexiones y todo tipo de ejercicios. Irónicamente, ahora sudaba.
Sin previso aviso alguien irrumpió en el dojo, sobresaltándolo. Necesitó de unos segundos para percatarse de que se trataba de Ritsuko, su compañera de equipo. La muchacha, indiferente, se limitó a disculparse y se disponía a abandonar el lugar, mas el moreno se apresuró a detenerla.
La kunoichi ya prácticamente había desaparecido, solo le faltaba quitar una mano del marco de la puerta y se habría borrado completamente de la vista de aquel chico, pero justo en ese momento él mismo gritó pidiéndole que se quedase.
Lo conocía y lo reconoció al instante, pero estando completamente sola no se sentía en condiciones de entablar conversación con él —ni con nadie—, sin mencionar que no se consideraba alguien lo suficientemente interesante como para que alguien sintiese un mínimo interés por tenerla cerca, así sea para que solo marque presencia.
De cualquier manera, la fémina regresó en sus pasos y volvió a asomarse por el marco de la puerta, aferrándose al mismo con ambas manos como si temiese a caer si no lo hiciera.
—Hola —dijo casi en un murmullo, acompañando a sus palabras con la tan habitual expresión depresiva de su mirada—. ¿Necesitabas algo? —consultó sin ser del todo consciente de que podría haber sonado algo borde.
Aunque en el fondo, agradecía que la detuviesen, así al menos no iba a tirarse el resto del día sola. Eso sí, no podía evitar reparar en la vestimenta del chico, no parecía ser consciente del frío que hacía afuera y tal vez por eso la llamaba, ¿no?
El Uchiha esbozó una sonrisa nerviosa. Conocía a la pelirroja lo suficiente como para ser consciente de lo taciturna que era siempre pero no estaba dispuesto a rendirse con ella. Se apartó con ligereza el sudor que jugueteaba en su frente y se aclaró la voz.
—¿Te importaría entrenar conmigo, ya que estás aquí? —le pidió con tono amable—. Me vendría bien una ayuda, y así de paso aprendemos a compenetrarnos mejor, ¿te parece? ¡Después de todo, somos compañeros de equipo!
Trató de sonar lo más convencido que pudo. Quizás la muchacha le mandaría a freír espárragos, pero se sentía dispuesto a arriesgarse.
Y ahí estaba la propuesta. Un entrenamiento, violencia. Algo para lo que Ritsuko definitivamente no era buena en lo más mínimo.
—Creo que no te serviré —respondió con tono tembloroso—. Probablemente Rika te sea mejor.
Por si fuera poco, entrenar suponía ciertos riesgos que no estaba muy dispuesta a correr, no por temor, más bien porque le resultaba un tanto injusto siendo ella tan inútil en términos generales. Ralexion en cambio es más que probable que sepa ninjutsu y cosas similares, mientras que ella lo único que podría hacer se cortarle con algún shuriken y poco más.
El moreno torció el gesto con desasosiego. ¿Por qué no le extrañaba tal respuesta?
—¡Pero...! ¿Ni un poco de Taijutsu? —le insistó— ¡Ya sabes, golpes y llaves básicas! Me vendría muy bien algo de práctica con eso, y no puedo hacerlo yo solo, necesito a alguien que lo haga conmigo. ¡Haré lo que quieras cuando terminemos!
Más que expectante, el joven se postró de rodillas y puso la frente contra el suelo del tatami, llevando a cabo un milenario y exagerado gesto de súplica. «Si así no acepta... no sé qué hacer.».
Pero el chico resultó ser del tipo insistente, esta vez suplicando aunque sea por una práctica simple de Taijutsu para lo cual, se postró de rodillas y aplastó la frente contra el piso. Gesto que puso de los nervios a Ritsuko.
—¡E-e-stá bien! —exclamó moviendo las manos en todas direcciones posibles—. ¡P-pero levántate! —le exigió en lo que entraba al dojo y cerraba la puerta.
Su rostro seguía irradiando la constante depresión con la que se había acostumbrado a vivir, pero había cierto rubor en sus mejillas y su boca componía una extraña mueca dejando en claro lo incómodo que le había resultado que le suplicasen de semejante forma.
—Solo taijutsu básico —afirmó recuperando el tono habitual.
Lo primero que hizo luego de dejar la puerta cerrada fue desanudar la capa, solo le estorbaría. También se despojaría del portaobjetos que no le haría ninguna falta.
Se alzó con la agilidad de mil demonios, blandiendo una sonrisa traviesa. En gran parte se sentía culpable puesto que parecía estar inoportunado socialmente a Ritsuko, pero en esos instantes se veía demasiado absorbido por la euforia de salirse con la suya como para que le importase.
—¡Muchas gracias! —exclamó con vigor.
Su llegada a Kusagakure había sido, como poco, desafortunada. Tan desafortunada como imprevista, de hecho. No tenía amigos, y con el estado en el que se encontraba su querida melliza, un apoyo o dos no le vendrían en absoluto mal. Todo era una estratagema por parte del Uchiha para poder estrechar lazos. Y ya de paso, tratar de animar a la pelirroja; le preocupaba verla siempre tan alicaída.
—Sí, solo Taijutsu —aceptó con júbilo, llevando a cabo un solo sello, uno que le habían mostrado en la academia y que se utilizaba para saludar de forma respetuosa a un oponente.
»Sé suave conmigo, jajaja. Puedo comenzar yo o hacerlo tú, como prefieras.
No sabía por qué, pero sentía que de una manera u otra había caído en cierto jueguito mental del shinobi y por eso ahora se mostraba tan feliz. Pero ya era muy tarde para lamentarse de nada, sencillamente se iba a tener que aguantar con aquello y probablemente llevarse una paliza gratuita.
«¿Será que le caigo mal? »se preguntó a sí misma, alimentando así su innata depresión.
De cualquier manera, la kunoichi se alejó un poco de la pared y se paró enfrentada al contrario para formar el sello habitual en los entrenamientos.
—Esa es mi línea —le dijo con una mirada nerviosa antes de ponerse en posición—. Fue tu idea, empieza tú.
Ambos puestos de acuerdo y con las formalidades realizadas, el combate podía dar comienzo.
Como primer movimiento de aquella confrontación amistosa, el Uchiha acortó distancias y trató de asestar a Ritsuko una patada media a la altura de la cadera. La lanzó con la pierna derecha dirigida al mismo flanco.
No pudo evitar sonreír. Era la primera vez que entrenaba con alguien distinto a su hermana. Le resultaba emocionante.
El shinobi accedió a realizar el primer movimiento, el cual fue una simple patada al cuerpo que Ritsuko pudo ver perfectamente al esta venir de frente. Siendo así, la contra la pudo efectuar sin ningún problema, lo cual era simplemente estirar un brazo y rebajarse un poco para que la extremidad del contrario le diera en el brazo.
Una vez que la joven sintiese el impacto, flexionaría el codo y atraparía la pierna ajena para luego intentar tumbarle con una embestida de cuerpo completo y ayudándose también con el brazo libre.
En teoría, si todo salía bien podría dejar a Ralexion tumbado en el piso y boca arriba.
Puesto en una situación precaria, el moreno no pudo evitar el placaje de su contrincante, que lo derribó. No obstante, tan pronto su espalda rozó el suelo, el genin rodó hacia atrás y se alzó al vuelo, recuperando la postura y el equilibrio de inmediato. Recuperó su sonrisa desafiante, que se había esfumado durante un instante —reemplazada por una mueca de sorpresa— cuando Ritsuko detuvo y consiguientemente amarró su extremidad.
Retornó al contraataque. En esta ocasión hizo el amago de golpearla con su puño derecho, pero antes de llevar a cabo el ataque aprovechó la inercia de sus movimientos para agacharse de sopetón y extender su pierna derecha, realizando un barrido con el que desestabilizarla y hacerla caer al suelo.
Así ya no sería el único que había comprobado la dureza del tatami.
Las cosas no salieron tal y como esperaba, probablemente porque no afirmó lo suficiente el agarre y tampoco se tumbó sobre el contrario. Por eso ahora tenía que pensar en cómo volver a ponerle en semejante posición.
El lado positivo era que estaba practicando con taijutsu básico, no habría trucos más extravagantes que aquella finta que el contrario realizó…
…espera, ¿finta?
«¡Mierda! »fue lo único en lo que pensó la kunoichi.
Se había preparado para bloquear el puñetazo, pero a último momento el chico cambió el ataque y para cuando la pelirroja pudo identificarlo y pensar cómo eludirlo, ya era tarde. Apenas habiendo despegado los pies del suelo, la pierna del Uchiha le dio de lleno haciéndola girar en el aire y caer sobre el costado.
Un ligero chillido de dolor se escapó de la boca de la fémina, pero un instante después ya se estaría levantando, con la intención de devolverle la gracia al contrario pero con un puñetazo giratorio dirigido a la cara.
«¡Bingo!», un golpe directo. Había logrado tomar a la chica en pleno salto y esta cayó de manera aparatosa cuando logró desestabilizarla. Mas la bravuconería se le escapó cuando escuchó el gemido de dolor de la pelirroja. Su bondad y buenos modales le llevaron a bajar la guardia, ¿y si se había golpeado de mala manera en algún lugar frágil?
Acalorado por la preocupación, alzó ambos brazos en gesto pacífico, mirándola.
—¿Estás bien, Rit—? —no tuvo tiempo a finalizar sus palabras.
Su rostro estaba muy ocupado registrando el dolor del puño de la fémina que le acertó de lleno en la nariz. Retrocedió, casi cayendo de culo en el proceso, y se llevó las manos a la cara. La nariz le sangraba.
Por un momento pareció ser que Ritsuko se quedó sorda o se desconectó del mundo que la rodeaba, así fue como ignoró completamente a Ralexion y le plantó un puñetazo en el medio de la cara rompiéndole la nariz, o por lo menos eso parecía al brotar la sangre.
—¡Perdón! —se apresuró a decir la chica mientras los nervios afloraban.
Enseguida se acuclilló delante del chico e intentó quitarle las manos de la cara en un intento por comprobar los daños que le había provocado pero claro, siendo una ignorante en la materia, no podría sacar ninguna conclusión y lo único que vería sería sangre.
—¡Perdón, perdón, perdón! —repetía una y otra vez, presa del pánico.
Entre tanto, lo único que se le ocurrió hacer fue correr hasta sus cosas y del portaobjetos extrajo un kunai con el cual rasgó un trozo de la tela de su propia capa. Con ello regresó hasta el Uchiha y —en caso de que se lo permita— intentaría limpiarle el rostro.
—Perdón —seguía diciendo, como si temiese haberle provocado un daño sumamente grave.
Incluso los ojos de la kunoichi comenzaban a llenarse de lágrimas, como si fuese a llorar en cualquier momento.