11/12/2017, 17:40
Tal vez no era el mejor momento para salir del país de la lluvia y hacer una pequeña visita al país de los bosques. Hacía frío por la época del año, pero además, la situación todavía era tensa. Sin embargo, para mí, era una gran ventaja salir en invierno. El frio espantaba aquellos reptiles que tanto me molestaban. Los había estudiado, no por curiosidad y mucho menos porque me gustaran, sino para poder evitarlos con mayor facilidad. Por eso, el invierno, era la mejor época del año.
El porqué de mi visita era muy simple: Me moría por visitar otros sitios que no fueran del país de la lluvia. Y no contaba el bosque de la familia Yogarasu, porque, aunque sabía cómo llegar, no tenía ni la menor idea de cual era su localización exacta. Tal vez mi padre si lo sabía, pero evidentemente no soltaba prenda. Tal vez fuera lo mejor.
Respecto al frio, no fue difícil combatirlo. Primero de todo, por la cantidad de resfriados que había pillado entrenando sin ropa bajo las frías tormentas de Amegakure, después de eso, pocos climas podían hacer mella en un Amejin, seguramente el caluroso clima del desierto fuera fatal para alguien que apenas había visto el sol un par de veces en su vida. Aun así, y para prevenir riesgos, me puse una sudadera por encima de la camiseta y una capa con capucha.
Llegar fue tarea sencilla gracias al mapa que me había dejado mi madre. Como dueña de un comercio de verduras, muchas veces había visitado otros países en busca de la mejor mercancía y tenía en su posesión varios mapas de Oonido bastante simples.
Me dirigía a unas ruinas abandonas al parecer, por antiguas culturas. No esperaba encontrar nada que no hubiese visto nadie antes, bueno, tal vez si existía dentro de mí la esperanza de hallar alguna entrada oculta por un complicado puzle. El mapa era bastante claro, había que atravesar el paraje de bambú y luego ir más allá del árbol sagrado. Era perfecto, así podría visitar también aquel misterioso árbol. El viaje era más corto atravesando el país de las montañas, pero también era más aparatoso.
Aparte de mi equipo shinobi, el cual intentaría no usar, llevaba un pequeño saco colgado al hombro que contenía un par de mudas de ropa y un montón de mazorcas de maíz. Eso era siempre lo más importante para el viaje. Quedarse sin maíz era peligroso para mí, pero sobre todo era peligroso en el extranjero.
De repente, tuve que parar en seco mi travesía. Mire al frente y vi un pequeño pueblo. Recordé la imagen del mapa en mi mente, no necesitaba tenerlo frente a mí gracias a la memoria fotográfica. Y o bien mí me moría me fallaba, cosa muy improbable, o bien el mapa estaba mal, porque no había marcado ningún pueblo en ese punto. Perderme no me había perdido, eso desde luego. Tal vez simplemente el pueblo se había construido después de que se dibujase el mapa de mi madre.
En cualquier caso, no mal momento para encontrarse un pueblo, estaba anocheciendo y no me apetecía mucho volver a dormir al aire libre. De paso, podría preguntar en la taberna donde se encontraba, por si acaso el mapa estaba mal y había seguido un camino equivocado.
El pueblo en si no era muy grande, unas cuantas casas, alguna que otra tienda que ya estaba por cerrar y una posada seguramente para los viajeros que iban de paso. Entre a la posada, en busca de algo de comida caliente, una cama como dios manda y algo de información. Nada más entrar, y para no parecer muy sospechoso, me baje la capucha de la capa. Evidentemente, algunos de los que ocupaban asiento y bebían o comían en aquel lugar me miraron con algo de recelo cuando pudieron ver el símbolo de mi bandana. Nada que no me esperara.
Me dirigí al hombre que atendía la barra.
—Buenas tardes, ¿Podría indicarme dónde estoy? He llegado aquí siguiendo un mapa, pero este pueblo no aparecía en él. Tal vez el mapa estaba errado y me he perdido.
El porqué de mi visita era muy simple: Me moría por visitar otros sitios que no fueran del país de la lluvia. Y no contaba el bosque de la familia Yogarasu, porque, aunque sabía cómo llegar, no tenía ni la menor idea de cual era su localización exacta. Tal vez mi padre si lo sabía, pero evidentemente no soltaba prenda. Tal vez fuera lo mejor.
Respecto al frio, no fue difícil combatirlo. Primero de todo, por la cantidad de resfriados que había pillado entrenando sin ropa bajo las frías tormentas de Amegakure, después de eso, pocos climas podían hacer mella en un Amejin, seguramente el caluroso clima del desierto fuera fatal para alguien que apenas había visto el sol un par de veces en su vida. Aun así, y para prevenir riesgos, me puse una sudadera por encima de la camiseta y una capa con capucha.
Llegar fue tarea sencilla gracias al mapa que me había dejado mi madre. Como dueña de un comercio de verduras, muchas veces había visitado otros países en busca de la mejor mercancía y tenía en su posesión varios mapas de Oonido bastante simples.
Me dirigía a unas ruinas abandonas al parecer, por antiguas culturas. No esperaba encontrar nada que no hubiese visto nadie antes, bueno, tal vez si existía dentro de mí la esperanza de hallar alguna entrada oculta por un complicado puzle. El mapa era bastante claro, había que atravesar el paraje de bambú y luego ir más allá del árbol sagrado. Era perfecto, así podría visitar también aquel misterioso árbol. El viaje era más corto atravesando el país de las montañas, pero también era más aparatoso.
Aparte de mi equipo shinobi, el cual intentaría no usar, llevaba un pequeño saco colgado al hombro que contenía un par de mudas de ropa y un montón de mazorcas de maíz. Eso era siempre lo más importante para el viaje. Quedarse sin maíz era peligroso para mí, pero sobre todo era peligroso en el extranjero.
De repente, tuve que parar en seco mi travesía. Mire al frente y vi un pequeño pueblo. Recordé la imagen del mapa en mi mente, no necesitaba tenerlo frente a mí gracias a la memoria fotográfica. Y o bien mí me moría me fallaba, cosa muy improbable, o bien el mapa estaba mal, porque no había marcado ningún pueblo en ese punto. Perderme no me había perdido, eso desde luego. Tal vez simplemente el pueblo se había construido después de que se dibujase el mapa de mi madre.
En cualquier caso, no mal momento para encontrarse un pueblo, estaba anocheciendo y no me apetecía mucho volver a dormir al aire libre. De paso, podría preguntar en la taberna donde se encontraba, por si acaso el mapa estaba mal y había seguido un camino equivocado.
El pueblo en si no era muy grande, unas cuantas casas, alguna que otra tienda que ya estaba por cerrar y una posada seguramente para los viajeros que iban de paso. Entre a la posada, en busca de algo de comida caliente, una cama como dios manda y algo de información. Nada más entrar, y para no parecer muy sospechoso, me baje la capucha de la capa. Evidentemente, algunos de los que ocupaban asiento y bebían o comían en aquel lugar me miraron con algo de recelo cuando pudieron ver el símbolo de mi bandana. Nada que no me esperara.
Me dirigí al hombre que atendía la barra.
—Buenas tardes, ¿Podría indicarme dónde estoy? He llegado aquí siguiendo un mapa, pero este pueblo no aparecía en él. Tal vez el mapa estaba errado y me he perdido.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)