12/12/2017, 13:55
No esperaba para nada que el chico aceptase aquella propuesta. La cara de Rika cambió, bien porque estaba casi segura que no aceptaría o bien porque ella jamás había probado los insectos y no estaba en lo cierto si podría o no tolerarlos. Durante un segundo pensó, incluso imaginó que le servían una mariposa, algo que no podría soportar. Quizá hasta tembló sin darse cuenta.
- Está bien, pero no pidas mariposas. – Advirtió ella, aunque no sabía que no era un plato de la propia casa, más bien eran otro tipo de insectos lo que servían allí, con más consistencia y crujientes.
Caminaron, esta vez con un paso más rápido, pues ella sabía bien donde estaba el restaurante, pero no quería hacerle perder más el tiempo al joven. Descendieron una escalera de caracol, hecha de madera alrededor de un gran y robusto árbol, y allí abajo se encontraba el restaurante, en una pequeña plaza.
En el cartel del establecimiento se podía leer “El ciempiés gigante” acompañado de una caricatura de este. Bueno, ya sabían uno de los platos que podrían comer.
- ¿Fregar los baños? Puagh. Ojalá no tenga que hacerlo yo. – Comentó. No quería hacerlo, de verdad. Debió ser horrible para él. - Parecido. A veces tengo que fregar el suelo del dojo, y cuidar gatos. Siento como si no me tuvieran mucho en consideración, aunque supongo que por el rango que nos otorgan es lo que debemos hacer.
Nada más entrar en el restaurante, les ofrecieron una mesa. Fue rápido entrar, había gente, pero no tanto como para estar completo el lugar. Un restaurante de media capacidad, con unas diez mesas como mucho, y un par de camareros. Parecía que aquel lugar funcionaba decentemente. Y es qué, a muchos extranjeros como él, le picaba bastante la curiosidad por aquel tipo de gastronomía.
- Está bien, pero no pidas mariposas. – Advirtió ella, aunque no sabía que no era un plato de la propia casa, más bien eran otro tipo de insectos lo que servían allí, con más consistencia y crujientes.
Caminaron, esta vez con un paso más rápido, pues ella sabía bien donde estaba el restaurante, pero no quería hacerle perder más el tiempo al joven. Descendieron una escalera de caracol, hecha de madera alrededor de un gran y robusto árbol, y allí abajo se encontraba el restaurante, en una pequeña plaza.
En el cartel del establecimiento se podía leer “El ciempiés gigante” acompañado de una caricatura de este. Bueno, ya sabían uno de los platos que podrían comer.
- ¿Fregar los baños? Puagh. Ojalá no tenga que hacerlo yo. – Comentó. No quería hacerlo, de verdad. Debió ser horrible para él. - Parecido. A veces tengo que fregar el suelo del dojo, y cuidar gatos. Siento como si no me tuvieran mucho en consideración, aunque supongo que por el rango que nos otorgan es lo que debemos hacer.
Nada más entrar en el restaurante, les ofrecieron una mesa. Fue rápido entrar, había gente, pero no tanto como para estar completo el lugar. Un restaurante de media capacidad, con unas diez mesas como mucho, y un par de camareros. Parecía que aquel lugar funcionaba decentemente. Y es qué, a muchos extranjeros como él, le picaba bastante la curiosidad por aquel tipo de gastronomía.