15/12/2017, 18:59
Era un día como otro cualquiera y él no estaba de servicio. No portaba consigo su hitai-ate de Kusagakure ni sus ropajes habituales. En su lugar vestía con una camiseta de manga larga y color negro, un pantalón de idéntico color y propiedades, así como unas botas bajas para cubrirse los pies, de tono amarronado. Sobre todo ello llevaba una capa de viaje de color azul marino, provista de una capucha, que ocultaba la mayor parte de su figura.
No obstante, sí que trajo su portaobjetos, asegurado en el extremo derecho de la retaguardia de su cintura. No había ninguna ley que le impidiese ir armado.
¿Qué hacía en Tane-Shigai? La respuesta era simple: sake. No es como si no vendieran en la aldea, pero la ciudad colgante recibía comerciantes de todos los rincones del país, e incluso del exterior de este.
De camino al mercado, el Uchiha pasó frente a la taberna donde su pariente lejano aguardaba. Observó el tablón de anuncios en el exterior del establecimiento y optó por pararse a echarle un vistazo. No se veía atosigado por prisa de ningún tipo y siempre le resultaba gracioso los disparates que podía llegar a colgar la gente en objetos como ese.
Hojeó los anuncios, ofrecimientos y peticiones que los viandantes habían hecho públicos.
—Se busca una cuna usada pero que no esté desgastada... Necesito a un galán que me acompañe a la boda de una amiga... Deseo cambiar una olla con goteras por un carro... —recitó en alto, una ceja alzada en símbolo de incredulidad— ¿Quién escribe estos anuncios...?
Su travesía por los confines de ese maravilloso mundo le llevó a reparar en un cartel, más llamativo que los demás. Rezaba en grandes palabras: "SE BUSCA GUÍA". Con sumo interés, Ralexion le echó un vistazo. Cuan grande fue su sorpresa al leer que el solicitante se apellidaba Uchiha, justo como él.
Había encontrado algo mejor que el sake.
Casi irrumpió en la taberna, parroquianos absortos en sus conversaciones o en su bebida —la mayoría en ambas— aunque alguno le dirigió una mirada de reojo. Con paso decidido se plantó frente a la barra. Allí, el dueño, un hombre entrado en años y de aspecto desdeñado, le dedicó una mirada de aburrimiento, aguardando que el muchacho expresara sus deseos.
—Estoy buscando a Uchiha Akame.
El individuo le indicó con la punta de su dedo índice. Había una mesa, algo alejada del resto, donde podía percibirse la presencia de un sujeto enterrado en sus ropajes, la taza de té a su vera.
Ralexion se arrimó a un ritmo igual de vigoroso que antes. Tomó asiento frente al desconocido sin esperar a que este le dijera nada.
—¿Uchiha Akame? Vengo por el anuncio —señaló, sonriente.
El color de sus cabellos, el de sus ojos, incluso algo de sus facciones... el parecído era increíble. No parecido de hermanos, si no aquel propio de seres que provienen de la misma marcada y potente fuente de genes.
No obstante, sí que trajo su portaobjetos, asegurado en el extremo derecho de la retaguardia de su cintura. No había ninguna ley que le impidiese ir armado.
¿Qué hacía en Tane-Shigai? La respuesta era simple: sake. No es como si no vendieran en la aldea, pero la ciudad colgante recibía comerciantes de todos los rincones del país, e incluso del exterior de este.
De camino al mercado, el Uchiha pasó frente a la taberna donde su pariente lejano aguardaba. Observó el tablón de anuncios en el exterior del establecimiento y optó por pararse a echarle un vistazo. No se veía atosigado por prisa de ningún tipo y siempre le resultaba gracioso los disparates que podía llegar a colgar la gente en objetos como ese.
Hojeó los anuncios, ofrecimientos y peticiones que los viandantes habían hecho públicos.
—Se busca una cuna usada pero que no esté desgastada... Necesito a un galán que me acompañe a la boda de una amiga... Deseo cambiar una olla con goteras por un carro... —recitó en alto, una ceja alzada en símbolo de incredulidad— ¿Quién escribe estos anuncios...?
Su travesía por los confines de ese maravilloso mundo le llevó a reparar en un cartel, más llamativo que los demás. Rezaba en grandes palabras: "SE BUSCA GUÍA". Con sumo interés, Ralexion le echó un vistazo. Cuan grande fue su sorpresa al leer que el solicitante se apellidaba Uchiha, justo como él.
Había encontrado algo mejor que el sake.
Casi irrumpió en la taberna, parroquianos absortos en sus conversaciones o en su bebida —la mayoría en ambas— aunque alguno le dirigió una mirada de reojo. Con paso decidido se plantó frente a la barra. Allí, el dueño, un hombre entrado en años y de aspecto desdeñado, le dedicó una mirada de aburrimiento, aguardando que el muchacho expresara sus deseos.
—Estoy buscando a Uchiha Akame.
El individuo le indicó con la punta de su dedo índice. Había una mesa, algo alejada del resto, donde podía percibirse la presencia de un sujeto enterrado en sus ropajes, la taza de té a su vera.
Ralexion se arrimó a un ritmo igual de vigoroso que antes. Tomó asiento frente al desconocido sin esperar a que este le dijera nada.
—¿Uchiha Akame? Vengo por el anuncio —señaló, sonriente.
El color de sus cabellos, el de sus ojos, incluso algo de sus facciones... el parecído era increíble. No parecido de hermanos, si no aquel propio de seres que provienen de la misma marcada y potente fuente de genes.