17/12/2017, 16:17
—Cómo no, el pago. ¿Cuál es tu precio, Ralexion-san? —puso así Uchiha Akame sus cartas sobre la mesa.
El kusajin se aclaró la voz, pero no echó a hablar de inmediato. Era el momento de reflexionar y escoger sus palabras con sumo cuidado. Llegar a un acuerdo apresurado podía perjudicarle a largo plazo, después de todo. Confiaba en sus habilidades —a pesar de limitadas como eran—, pero ejercer un poco de precaución era la norma más básica de cualquier shinobi que se precie.
—Antes de echar mano de cifras u otras cosas de similar valor, me gustaría conocer en mayor profundidad lo que esperas de mí y tus intenciones respecto al templo —afirmó con semblante inquisitivo—. No me apetece en absoluto meterme en tus asuntos ni nada por el estilo, pero teniendo en cuenta que esto no parece una excursión por placer, prefiero asegurarme antes de jugarme el cuello. ¿Deseas que te lleve hasta el templo y ahí termina nuestro trato o también esperas que te acompañe al interior? Así mismo, ¿prevees que esto va a ser una empresa peligrosa? Y no me refiero a los bandidos, precisamente, creo que me entiendes.
Ahí estaban las dos cuestiones que se le antojaban más importantes en esta expedición. El peligro no le asustaba, pero siempre era un factor a tener en cuenta; no era un ávido guerrero que se había reído de la muerte en incontables ocasiones, pero tampoco un novato que no había visto en su vida un cadáver.
Como Raiden se había asegurado de enseñarle, uno nunca podía confiarse del todo.
El kusajin se aclaró la voz, pero no echó a hablar de inmediato. Era el momento de reflexionar y escoger sus palabras con sumo cuidado. Llegar a un acuerdo apresurado podía perjudicarle a largo plazo, después de todo. Confiaba en sus habilidades —a pesar de limitadas como eran—, pero ejercer un poco de precaución era la norma más básica de cualquier shinobi que se precie.
—Antes de echar mano de cifras u otras cosas de similar valor, me gustaría conocer en mayor profundidad lo que esperas de mí y tus intenciones respecto al templo —afirmó con semblante inquisitivo—. No me apetece en absoluto meterme en tus asuntos ni nada por el estilo, pero teniendo en cuenta que esto no parece una excursión por placer, prefiero asegurarme antes de jugarme el cuello. ¿Deseas que te lleve hasta el templo y ahí termina nuestro trato o también esperas que te acompañe al interior? Así mismo, ¿prevees que esto va a ser una empresa peligrosa? Y no me refiero a los bandidos, precisamente, creo que me entiendes.
Ahí estaban las dos cuestiones que se le antojaban más importantes en esta expedición. El peligro no le asustaba, pero siempre era un factor a tener en cuenta; no era un ávido guerrero que se había reído de la muerte en incontables ocasiones, pero tampoco un novato que no había visto en su vida un cadáver.
Como Raiden se había asegurado de enseñarle, uno nunca podía confiarse del todo.