18/12/2017, 01:39
(Última modificación: 2/01/2018, 19:10 por Uchiha Akame.)
Ocho de la mañana. Un fastidioso despertar, más que deseoso de retornar al retargo del que se le había arrancado.
Uchiha Ralexion peleó y peleó, quitándose de encima la funda del futón, que en aquel instante le parecía más pesada que una losa de mármol puro. La luz le acariciaba los ojos pero ellos no querían saber nada de ese batiburrillo matutino. Se incorporó cual muerto que escapa de su tumba.
—Misión... hoy... un lunes por la mañana... hay que joderse... —dijo para nadie, su voz ronca.
Malgastar el tiempo del que disponía era un lujo que no podía concederse. Tenía media hora y no albergaba intención alguna de llegar tarde; era consciente de que le caería una buena por parte de Raiden-sensei si cometía tal error.
Una vez lejos de las garras de ese cómodo féretro que llamaba cama sus sentidos se fueron activando en breve cuestión de minutos. Con la prisa característica de aquel que tiene un deber que cumplir el Uchiha se aseó, vistió y desayunó. Se aseguró de tomar consigo su hitai-ate de tela verdosa, atado a la frente, así como sus armas. Se echó una capa de viaje, azulada, sobre sus usuales ropajes en pos de resguardarse del frío.
Antes de partir, echó un vistazo al aspecto de la aldea desde el ventanal de su habitación. Llovía. Era consciente de ello desde hacía un buen rato gracias al característico repiqueteo de las gotas estrellándose contra la fachada. Se miró a sí mismo, la imagen reflejada en el cristal, y suspiró.
Sin mayor demora se puso en marcha. Habían quedado a las puertas del edificio del Morikage. El moreno quedó frente a la entrada, bien visible, sin molestarse en buscar refugio. Su capa disponía de una capucha y cubría casi la totalidad de su figura, por lo que el chaparrón no le inoportunaba en absoluto.
Ocho y media.
«¿He llegado el primero?».