18/12/2017, 18:35
Cualquiera habría estado de acuerdo: decir que el precio ofrecido por el kusajin era una ganga sería un eufenismo. Ralexion era consciente de ello. Para él era suficiente pago ver a Akame en acción, pero no estaba dispuesto a expresarlo abiertamente. Habría resultado extraño; su nuevo cliente podría incluso a haber sospechado de él sin necesidad. Era un pago simbólico, y si al final las cosas resultaban ser tan calmas como podrían serlo, tampoco le parecía una mala propina. Tan solo debía guiarlo por un sector de la jungla del noroeste.
Se le tendió una mano en gesto de buena voluntad, a lo que el moreno la estrechó.
—Enhorabuena, Ralexion-san, acabas de conseguir el puesto —le aseguró, sonriente, a lo que el muchacho le devolvió la sonrisa—. Bien, entonces supongo que tendrás que prepararte. Yo también debo avituallarme, sobre todo para este frío tan cabrón, que no me lo esperaba.
»¿Cuánto tardaremos en llegar desde aquí hasta los templos?
—Aproximadamente día y medio. Menos, si vamos con prisa —dijo, acto seguido se levantó—. Estaré en las puertas de la ciudad dentro de dos días, a primera hora. Espero verte listo entonces.
Marchó sin decir nada más. Era momento de emprender el bien conocido camino de vuelta a Kusagakure, reunir lo que necesitaba para la travesía y retonar a Tane-Shigai a la hora acordada.
A las puertas de Tane-Shigai, tal y como había dicho que estaría, Uchiha Ralexion esperaba la llegada de su cliente. Vestía con la misma capa que antes, pero en lugar de las prendas casuales con las que había conocido a Akame, llevaba consigo sus ropajes de ninja, a excepción del protector de la aldea. Portaba a la espalda una mochila algo desgastada, con provisiones suficientes para tres días.
Se sentó sobre una roca de gran tamaño a uno de los lados del camino. Desde ahí podía observar con comodidad a todos los que llegaban y se iban. A pesar de que el amanecer acababa de llegar, ya se hacía patente un bullicio considerable. Era Tane-Shigai, al fin y al cabo.
Se le tendió una mano en gesto de buena voluntad, a lo que el moreno la estrechó.
—Enhorabuena, Ralexion-san, acabas de conseguir el puesto —le aseguró, sonriente, a lo que el muchacho le devolvió la sonrisa—. Bien, entonces supongo que tendrás que prepararte. Yo también debo avituallarme, sobre todo para este frío tan cabrón, que no me lo esperaba.
»¿Cuánto tardaremos en llegar desde aquí hasta los templos?
—Aproximadamente día y medio. Menos, si vamos con prisa —dijo, acto seguido se levantó—. Estaré en las puertas de la ciudad dentro de dos días, a primera hora. Espero verte listo entonces.
Marchó sin decir nada más. Era momento de emprender el bien conocido camino de vuelta a Kusagakure, reunir lo que necesitaba para la travesía y retonar a Tane-Shigai a la hora acordada.
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A las puertas de Tane-Shigai, tal y como había dicho que estaría, Uchiha Ralexion esperaba la llegada de su cliente. Vestía con la misma capa que antes, pero en lugar de las prendas casuales con las que había conocido a Akame, llevaba consigo sus ropajes de ninja, a excepción del protector de la aldea. Portaba a la espalda una mochila algo desgastada, con provisiones suficientes para tres días.
Se sentó sobre una roca de gran tamaño a uno de los lados del camino. Desde ahí podía observar con comodidad a todos los que llegaban y se iban. A pesar de que el amanecer acababa de llegar, ya se hacía patente un bullicio considerable. Era Tane-Shigai, al fin y al cabo.