18/12/2017, 22:03
Tal y como había pedido, Akame le contó todo lo que necesitaba saber sobre el torneo que aconteció mientras él todavía tenía una vida pacífica allá en Uji. Le resultaba irónico, ya que solo habían pasado unos meses desde entonces, pero para él parecían años. Sintió un cuágulo de melancolía en su psique, pero lo apartó con la misma desgana que uno aparta a una mosca cojonera.
«Ojos al frente, mirada al presente», recitó como si se tratase de una fórmula mágica.
Poco después reparó en algo extraño a los pies de su cliente. Algo que rompía la viñeta de tranquilidad que andaban disfrutando en su descanso. Se trataba de una traicionera serpiente que acechaba a Akame. El kusajin no se lo pensó dos veces; ni era consciente de si el ajeno era testigo de lo que reptaba en sus narices —al fin y al cabo, el otro Uchiha parecía más diestro que él, así que nunca se sabe—, mas no lo tuvo en cuenta, pasó a la acción.
Sus ojos adquirieron el aspecto de un carmesí cuando el Sharingan se manifestó en ellos, las dos aspas a cada extremo en su órbita imaginaria. Su diestra, oculta bajo la capa de viaje, se precipitó, rauda, a los confines del portaobjetos, del que extrajo un shuriken. Las comisuras de la prenda se apartaron para dejar paso al brazo que surgió entre ellas, lanzando la estrella contra la cabeza del reptil, ensartándolo.
—Vaya, ¿has comido serpiente alguna vez, Akame-senpai? —preguntó como si no hubiera acontecido nada digno de mención; sus orbes habían vuelto a la normalidad— Tengo entendido que la carne de serpiente está algo fibrosa, pero bastante rica, especialmente si la pones al fuego un rato.
«Ojos al frente, mirada al presente», recitó como si se tratase de una fórmula mágica.
Poco después reparó en algo extraño a los pies de su cliente. Algo que rompía la viñeta de tranquilidad que andaban disfrutando en su descanso. Se trataba de una traicionera serpiente que acechaba a Akame. El kusajin no se lo pensó dos veces; ni era consciente de si el ajeno era testigo de lo que reptaba en sus narices —al fin y al cabo, el otro Uchiha parecía más diestro que él, así que nunca se sabe—, mas no lo tuvo en cuenta, pasó a la acción.
Sus ojos adquirieron el aspecto de un carmesí cuando el Sharingan se manifestó en ellos, las dos aspas a cada extremo en su órbita imaginaria. Su diestra, oculta bajo la capa de viaje, se precipitó, rauda, a los confines del portaobjetos, del que extrajo un shuriken. Las comisuras de la prenda se apartaron para dejar paso al brazo que surgió entre ellas, lanzando la estrella contra la cabeza del reptil, ensartándolo.
—Vaya, ¿has comido serpiente alguna vez, Akame-senpai? —preguntó como si no hubiera acontecido nada digno de mención; sus orbes habían vuelto a la normalidad— Tengo entendido que la carne de serpiente está algo fibrosa, pero bastante rica, especialmente si la pones al fuego un rato.