18/12/2017, 23:45
El silencio envolvió por momentos a los dos ninjas, que apuraban sus almuerzos bajo la fría sombra de las copas de los árboles. Akame se permitió el lujo de recostarse ligeramente sobre su propia mochila una vez hubo terminado su bocadillo, haciendo una bola con el envoltorio de papel de arroz y metiéndola en uno de los bolsillos laterales del bolso. «Ah, qué bueno estaba. Los filetes de pollo de ese carnicero de Tane-Shigai sí eran realmente de primera calidad... ¡Casi mejor que los de Uzu!»
En aquellos felices pensamientos andaba el Uchiha cuando vió a su guía efectuar un rápido y súbito movimiento. Su mano bajó, rauda, dirigiéndose hacia el portaobjetos que llevaba en la cintura; y sus ojo adoptaron un color rojo sangre. «¿¡Qué demonios...!?»
Akame no perdió tiempo. Activó su propio Sharingan y de un salto se apartó de la trayectoria del shuriken... Que no iba hacia él. «Joder, sí que tiene mala punt...» Los pensamientos del uzujin se vieron interrumpidos cuando Ralexion señaló, sonriente, a su verdadero objetivo.
—¿Serpiente...? —cuestionó Akame, atónito, cuya mano diestra ya se encontraba aferrando una de sus propias estrellas metálicas. Bajó la mirada y lo entendió al ver al reptil con la cabeza llena de acero—. ¡Por Susanoo! Ya veo que ese shuriken no iba dirigido a mí —se disculpó, rascándose la nuca con cierta vergüenza mientras devolvía su arma arrojadiza al portaobjetos que llevaba en el muslo derecho.
Sus ojos se cruzaron un momento con los de Ralexion antes de volver a la normalidad. «Dos aspas», confirmó el Uchiha.
—Gracias, Ralexion-san —dijo el de Uzu, acompañando sus palabras de una leve inclinación de cabeza—. Por favor, llámame Akame-san.
Ralexion ya le había tildado de "-senpai" varias veces, y no era algo en lo que el uzujin estuviera para nada conforme.
—Pronto tomaré mi examen de ascenso a chuunin y, si soy lo bastante inteligente y habilidoso, me ganaré el derecho a ser llamado instructor... Por ahora, no.
Terminado el almuerzo y aclarado aquel detalle, el Uchiha del Remolino devolvió su cantimplora a la mochila y luego se colgó ésta a hombros.
—¿Hay algún río cerca? Necesito rellenar mi cantimplora —preguntó Akame—. ¿O quizás algún puesto fronterizo?
No las tenía todas consigo; un buen rato antes de pararse allí a almorzar ya habían dejado de ver cualquier rastro de civilización.
En aquellos felices pensamientos andaba el Uchiha cuando vió a su guía efectuar un rápido y súbito movimiento. Su mano bajó, rauda, dirigiéndose hacia el portaobjetos que llevaba en la cintura; y sus ojo adoptaron un color rojo sangre. «¿¡Qué demonios...!?»
Akame no perdió tiempo. Activó su propio Sharingan y de un salto se apartó de la trayectoria del shuriken... Que no iba hacia él. «Joder, sí que tiene mala punt...» Los pensamientos del uzujin se vieron interrumpidos cuando Ralexion señaló, sonriente, a su verdadero objetivo.
—¿Serpiente...? —cuestionó Akame, atónito, cuya mano diestra ya se encontraba aferrando una de sus propias estrellas metálicas. Bajó la mirada y lo entendió al ver al reptil con la cabeza llena de acero—. ¡Por Susanoo! Ya veo que ese shuriken no iba dirigido a mí —se disculpó, rascándose la nuca con cierta vergüenza mientras devolvía su arma arrojadiza al portaobjetos que llevaba en el muslo derecho.
Sus ojos se cruzaron un momento con los de Ralexion antes de volver a la normalidad. «Dos aspas», confirmó el Uchiha.
—Gracias, Ralexion-san —dijo el de Uzu, acompañando sus palabras de una leve inclinación de cabeza—. Por favor, llámame Akame-san.
Ralexion ya le había tildado de "-senpai" varias veces, y no era algo en lo que el uzujin estuviera para nada conforme.
—Pronto tomaré mi examen de ascenso a chuunin y, si soy lo bastante inteligente y habilidoso, me ganaré el derecho a ser llamado instructor... Por ahora, no.
Terminado el almuerzo y aclarado aquel detalle, el Uchiha del Remolino devolvió su cantimplora a la mochila y luego se colgó ésta a hombros.
—¿Hay algún río cerca? Necesito rellenar mi cantimplora —preguntó Akame—. ¿O quizás algún puesto fronterizo?
No las tenía todas consigo; un buen rato antes de pararse allí a almorzar ya habían dejado de ver cualquier rastro de civilización.