20/12/2017, 00:59
Ralexion reaccionó lo más rápido que pudo, pero no fue suficiente. Su inesperado rival logró bloquear su valeroso contraataque a tiempo.
Así pues, pudo disfrutar del respiro que buscaba y alzarse.
—¿Vas armado?
El pelinegro asintió, sus facciones férreas como la roca con la que había sido fabricado el templo. Sin mayor dilación se llevó las dos manos al portador de objetos y sacó unas cuantas armas de este. En su mano diestra un kunai, lo blandía con la hoja hacia abajo y la anilla mirando a los cielos. En su extremidad siniestra dos shurikens, sostenidos en los huecos entre sus dedos índice y corazón.
Con un brusco ademán de derecha a izquierda disparó las dos estrellas de una forma simple, en línea recta, separadas por apenas unos centímetros, apuntando al pecho de Akame. Acto seguido cargó contra su congénere, siguiendo la estela de las armas.
Un hilo extremadamente fino corría a través de las argollas de ambas estrellas ninja. El susodicho comenzaba en el dedo índice de su mano derecha, atravesaba como ya se indicó anteriormente a la pareja de armas y acababa en el dedo corazón de la misma mano.
Era más que probable que los ojos de Akame le permitieran ser consciente de su estratagema, mas Ralexion deseaba asegurarse. Al fin y al cabo, le había dicho que no se contuviese.
Cuando los shurikens estuvieran a apenas un palmo del uzujin, el Uchiha, que ya casi había llegado a su encuentro, tiraría hacia atrás del cable con destreza, ejecutando así una finta. Las armas nunca tocarían a Akame, en su lugar, la inercia que las alimentaba sería eliminada para de inmediato verse inversa, de vuelta al espacio entre sus dedos en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Vamos! —exclamó con la rabia del guerrero.
Se abalanzó sobre él. Primero, una puñalada recta y alta con el kunai, al torso. Esa ofensiva era un señuelo, puesto que entonces le daría un puñetazo bajo, a la cadera, con la extremidad libre, utilizando las dos estrellas como un puño americano improvisado. Llegó a clavárselas en su propia carne; al fin y al cabo, no habían sido diseñadas con algo así en mente. Pero la adrenalina lo auspiciaba, su único objetivo era causarle un rasguño, por nimio que fuera, a su familiar.
Así pues, pudo disfrutar del respiro que buscaba y alzarse.
—¿Vas armado?
El pelinegro asintió, sus facciones férreas como la roca con la que había sido fabricado el templo. Sin mayor dilación se llevó las dos manos al portador de objetos y sacó unas cuantas armas de este. En su mano diestra un kunai, lo blandía con la hoja hacia abajo y la anilla mirando a los cielos. En su extremidad siniestra dos shurikens, sostenidos en los huecos entre sus dedos índice y corazón.
Con un brusco ademán de derecha a izquierda disparó las dos estrellas de una forma simple, en línea recta, separadas por apenas unos centímetros, apuntando al pecho de Akame. Acto seguido cargó contra su congénere, siguiendo la estela de las armas.
Un hilo extremadamente fino corría a través de las argollas de ambas estrellas ninja. El susodicho comenzaba en el dedo índice de su mano derecha, atravesaba como ya se indicó anteriormente a la pareja de armas y acababa en el dedo corazón de la misma mano.
Era más que probable que los ojos de Akame le permitieran ser consciente de su estratagema, mas Ralexion deseaba asegurarse. Al fin y al cabo, le había dicho que no se contuviese.
Cuando los shurikens estuvieran a apenas un palmo del uzujin, el Uchiha, que ya casi había llegado a su encuentro, tiraría hacia atrás del cable con destreza, ejecutando así una finta. Las armas nunca tocarían a Akame, en su lugar, la inercia que las alimentaba sería eliminada para de inmediato verse inversa, de vuelta al espacio entre sus dedos en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Vamos! —exclamó con la rabia del guerrero.
Se abalanzó sobre él. Primero, una puñalada recta y alta con el kunai, al torso. Esa ofensiva era un señuelo, puesto que entonces le daría un puñetazo bajo, a la cadera, con la extremidad libre, utilizando las dos estrellas como un puño americano improvisado. Llegó a clavárselas en su propia carne; al fin y al cabo, no habían sido diseñadas con algo así en mente. Pero la adrenalina lo auspiciaba, su único objetivo era causarle un rasguño, por nimio que fuera, a su familiar.