20/12/2017, 17:12
El rostro de Ralexion se encogió con una mueca de agresividad conforme la adrenalina producida por el combate empezaba a inundar sus venas. Akame sonrió; era exactamente la actitud que quería provocar en su congénere. «La rabia es buena, Ralexion-san, pero... ¿Sabrás controlarla y usarla en tu beneficio?»
Con sus ojos del color de la sangre observó todos los movimientos del kusajin, dispuesto a reaccionar. Primero vió cómo los shuriken eran disparados contra su pecho, seguidos a la carrera de su lanzador. Akame flexionó las rodillas y alzó ambos brazos, preparado para la esquiva. Sin embargo, cuando las estrellas metálicas estuvieron a punto de alcanzarle, el Uchiha pudo ver claramente cómo Ralexion echaba su brazo libre —aquel cuya mano no empuñaba un afilado kunai— hacia atrás; y reconoció al instante el movimiento. «Así que sólo era un amago...»
El verdadero embite llegó momentos más tarde. Ralexion lanzó su mano derecha, sosteniendo aquel acero pulido, hacia el pecho del uzujin. Éste se limitó a ladearse ligeramente, lo justo para apartarse de la trayectoria del arma. Pero aquello resultó no ser más que una finta, y el verdadero golpe vino de más abajo. Akame abrió los ojos con visible sorpresa cuando se dio cuenta de que su rival estaba sosteniendo ambos shuriken entre los dedos y buscaba calzarle un puñetazo en la cadera del que él también saldría herido.
«Ah no, no pienso quedarme con un guía malherido después de este enfrentamiento».
Con una rapidez claramente superior a la del genin de la Hierba, Akame subió su rodilla derecha para interceptar la mano de su contrincante. Ralexion recibiría el rodillazo en plena muñeca y —probablemente— aquel veloz golpe bastaría para desviar la trayectoria de su puño y de paso hacerle soltar ambos shuriken.
—¡Se suponía que tenías que golpearme a mí, no autolesionarte! —le increpó Akame, retrocediendo un paso.
El Uchiha se tomó un momento para serenarse y volver a acompasar su respiración con el vaiven de su pecho, que por un momento había amenazado con acelerarse demasiado.
—Creo que es suficiente —dijo el del Remolino—. ¡Me muero de hambre! Además, me gustaría que nos adentráramos en el Templo cuanto antes.
Con sus ojos del color de la sangre observó todos los movimientos del kusajin, dispuesto a reaccionar. Primero vió cómo los shuriken eran disparados contra su pecho, seguidos a la carrera de su lanzador. Akame flexionó las rodillas y alzó ambos brazos, preparado para la esquiva. Sin embargo, cuando las estrellas metálicas estuvieron a punto de alcanzarle, el Uchiha pudo ver claramente cómo Ralexion echaba su brazo libre —aquel cuya mano no empuñaba un afilado kunai— hacia atrás; y reconoció al instante el movimiento. «Así que sólo era un amago...»
El verdadero embite llegó momentos más tarde. Ralexion lanzó su mano derecha, sosteniendo aquel acero pulido, hacia el pecho del uzujin. Éste se limitó a ladearse ligeramente, lo justo para apartarse de la trayectoria del arma. Pero aquello resultó no ser más que una finta, y el verdadero golpe vino de más abajo. Akame abrió los ojos con visible sorpresa cuando se dio cuenta de que su rival estaba sosteniendo ambos shuriken entre los dedos y buscaba calzarle un puñetazo en la cadera del que él también saldría herido.
«Ah no, no pienso quedarme con un guía malherido después de este enfrentamiento».
Con una rapidez claramente superior a la del genin de la Hierba, Akame subió su rodilla derecha para interceptar la mano de su contrincante. Ralexion recibiría el rodillazo en plena muñeca y —probablemente— aquel veloz golpe bastaría para desviar la trayectoria de su puño y de paso hacerle soltar ambos shuriken.
—¡Se suponía que tenías que golpearme a mí, no autolesionarte! —le increpó Akame, retrocediendo un paso.
El Uchiha se tomó un momento para serenarse y volver a acompasar su respiración con el vaiven de su pecho, que por un momento había amenazado con acelerarse demasiado.
—Creo que es suficiente —dijo el del Remolino—. ¡Me muero de hambre! Además, me gustaría que nos adentráramos en el Templo cuanto antes.