20/12/2017, 18:16
—No, no, no, totalmente inviable —respondió Akame, aparentemente indiferente ante el visible malestar de su guía—. He esperado demasiado para este momento. No puedo esperar una noche más.
El Uchiha estaba firme en su propósito. Lo que quiera que significase aquel símbolo, lo que quiera que perseguían sus misteriosos seguidores, estaba decidido a averiguarlo esa misma noche. Siendo como era usuario del Katon tenía recursos de sobra para iluminar el camino, y en aquel lugar tan recóndito parecía improbable que nadie fuese a robarles sus provisiones durante las horas nocturnas.
Mientras Ralexion recogía sus utensilios ninja y evaluaba los cortes que tenía en la mano izquierda, Akame se calentaba junto a la hoguera envuelto otra vez en su vieja capa y con la capucha calada. Pese a que estaban rodeados de vegetación, se hacía evidente la altura que habían subido con respecto al nivel del mar al dirigirse hacia las montañas de Tsuchi no Kuni por el frío gélido que azotaba el pequeño campamento de los Uchiha.
—Que aproveche —dijo con tono ceremonioso, haciendo una ligera reverencia dirigida a nadie en particular.
La cena del uzujin estaba compuesta por unas cuantas bolas de arroz envueltas en papel de traza, un manojo de verduras que ensartó con una rama y puso al fuego, y algo de agua que había guardado especialmente para aquella cena. Mientras comía con avidez, Akame no paraba de darle vueltas —otra vez— a la investigación que había hecho sobre aquel templo. Sentía que estaba cerca de algo, pero no sabía el qué.
El Uchiha estaba firme en su propósito. Lo que quiera que significase aquel símbolo, lo que quiera que perseguían sus misteriosos seguidores, estaba decidido a averiguarlo esa misma noche. Siendo como era usuario del Katon tenía recursos de sobra para iluminar el camino, y en aquel lugar tan recóndito parecía improbable que nadie fuese a robarles sus provisiones durante las horas nocturnas.
Mientras Ralexion recogía sus utensilios ninja y evaluaba los cortes que tenía en la mano izquierda, Akame se calentaba junto a la hoguera envuelto otra vez en su vieja capa y con la capucha calada. Pese a que estaban rodeados de vegetación, se hacía evidente la altura que habían subido con respecto al nivel del mar al dirigirse hacia las montañas de Tsuchi no Kuni por el frío gélido que azotaba el pequeño campamento de los Uchiha.
—Que aproveche —dijo con tono ceremonioso, haciendo una ligera reverencia dirigida a nadie en particular.
La cena del uzujin estaba compuesta por unas cuantas bolas de arroz envueltas en papel de traza, un manojo de verduras que ensartó con una rama y puso al fuego, y algo de agua que había guardado especialmente para aquella cena. Mientras comía con avidez, Akame no paraba de darle vueltas —otra vez— a la investigación que había hecho sobre aquel templo. Sentía que estaba cerca de algo, pero no sabía el qué.