20/12/2017, 19:02
Su acompañante no disponía de la paciencia suficiente para aguardar a la primera luz del alba. Ralexion no tenía ni pajolera idea de lo que buscaba el otro Uchiha pero debía de ser algo de suma importancia para su persona. Se encogió de hombros: lo que el rey quisiera el rey tendría.
Al menos dispondría de unos momentos de descanso según cenaba.
Emprendió la corta distancia que lo separaba de la hoguera. Durante el camino agarró la capa del suelo y se la echó sobre los hombros. Cuando se sentó frente a Akame, el fuego entre ambos, este ya estaba comiendo.
Ralexion hizo lo propio y se enfrascó en sus pensamientos. Del interior del morral que llamaba suyo sacó un voluminoso paquete confeccionado con papel de arroz y unido con un cordel. No solo eso, también extrajo una cantimplora de bambú, casi idéntica a la que había mostrado con anterioridad.
La envoltura contenía varios filetes de tenpura de considerable tamaño; en otras palabras, un rebozado de carne —en este caso ternera— hasta la saciedad, extremadamente crujiente. Habían sido preparados con anterioridad por un asadero de Kusagakure, y ahora el Uchiha podía degustarlos tras recalentarlos en la hoguera. Nada menos que cinco pedazos del delicioso plato reposaban sobre el papel, en su regazo. No iba a comerlos todos en una sola sentada.
La cantimplora no contenía agua. Podría parecerlo, ya que a simple vista ambos líquidos eran iguales, pero cualquiera que le diera un sorbo pronto sería consciente del característico sabor del sake. El pelinegro le pegó un buen trago al asunto, agradeciendo el placentero calor que la bebida extendió en su estómago. «Creo que no voy a poder aguantar a este tipo completamente sobrio. Pero mejor no pasarse, necesito estar en el pleno de mis capacidades para pelear», se advirtió en la privacidad de su fuero interno. El caso era que, ¿con quién tendría que pelear? Aparte de Akame, claro. ¿Qué les esperaba en el interior del templo?
Ralexion devoró con avaricia dos de esos corpulentos filetes de carne tras calentarios previamente con una rama. Le dió otra pasada al recipiente con alcohol, y dejó escapar un eructo considerable. Sí, estaba lleno. Sentía la leve influencia del brebaje en sus sentidos, mas nada considerable. En cualquiera de los casos, si se quedaba allí, quieto, le acabaría entrando sueño.
Satisfecho con su última ingestión del día, lo guardó todo, de manera ordenada, en su mochila.
—Tú dirás —lanzó a Akame con tono tedioso.
Al menos dispondría de unos momentos de descanso según cenaba.
Emprendió la corta distancia que lo separaba de la hoguera. Durante el camino agarró la capa del suelo y se la echó sobre los hombros. Cuando se sentó frente a Akame, el fuego entre ambos, este ya estaba comiendo.
Ralexion hizo lo propio y se enfrascó en sus pensamientos. Del interior del morral que llamaba suyo sacó un voluminoso paquete confeccionado con papel de arroz y unido con un cordel. No solo eso, también extrajo una cantimplora de bambú, casi idéntica a la que había mostrado con anterioridad.
La envoltura contenía varios filetes de tenpura de considerable tamaño; en otras palabras, un rebozado de carne —en este caso ternera— hasta la saciedad, extremadamente crujiente. Habían sido preparados con anterioridad por un asadero de Kusagakure, y ahora el Uchiha podía degustarlos tras recalentarlos en la hoguera. Nada menos que cinco pedazos del delicioso plato reposaban sobre el papel, en su regazo. No iba a comerlos todos en una sola sentada.
La cantimplora no contenía agua. Podría parecerlo, ya que a simple vista ambos líquidos eran iguales, pero cualquiera que le diera un sorbo pronto sería consciente del característico sabor del sake. El pelinegro le pegó un buen trago al asunto, agradeciendo el placentero calor que la bebida extendió en su estómago. «Creo que no voy a poder aguantar a este tipo completamente sobrio. Pero mejor no pasarse, necesito estar en el pleno de mis capacidades para pelear», se advirtió en la privacidad de su fuero interno. El caso era que, ¿con quién tendría que pelear? Aparte de Akame, claro. ¿Qué les esperaba en el interior del templo?
Ralexion devoró con avaricia dos de esos corpulentos filetes de carne tras calentarios previamente con una rama. Le dió otra pasada al recipiente con alcohol, y dejó escapar un eructo considerable. Sí, estaba lleno. Sentía la leve influencia del brebaje en sus sentidos, mas nada considerable. En cualquiera de los casos, si se quedaba allí, quieto, le acabaría entrando sueño.
Satisfecho con su última ingestión del día, lo guardó todo, de manera ordenada, en su mochila.
—Tú dirás —lanzó a Akame con tono tedioso.