20/12/2017, 22:10
(Última modificación: 20/12/2017, 22:46 por Uchiha Akame.)
La precaria cena transcurrió en silencio, mucho menos animada que el almuerzo. Para Akame se hacía evidente que su guía había abandonado aquella actitud infantil y risueña después del breve enfrentamiento de prueba que habían tenido, aunque todavía no entendía exactamente por qué. «¿Estará frustrado por no haberme podido golpear? No lo creo, en Tane-Shigai nada más presentarse ya me dijo que era un novato. ¿Entonces...?» A veces los matices de las relaciones interpersonales eran demasiado complejos para las mejorables habilidades sociales del Uchiha, y tampoco es que fuese el tipo más empático del mundo, de modo que simplemente eligió lo que mejor se le daba hacer. Dejarlo estar.
Una vez ambos hubieron terminado y guardado los restos de comida en sus petates, Ralexion le interpeló con actitud servicial. El uzujin se puso en pie, afianzando las correas de sus portaobjetos y su espada. Luego se quitó con cuidado la capa de viaje, la dobló y la guardó en su mochila.
—Vamos —afirmó mientras apagaba la pequeña hoguera echando tierra encima.
Finalmente ojeó el claro a su alrededor, y tras encontrar un árbol que le pareció adecuado, subió con ayuda de su caminata vertical y dejó la mochila bien atada a una de las ramas intermedias. No es que temiese que alguien llegara para robársela, pero los animales nocturnos bien podrían hacerle algún estropicio, atraídos por el olor a comida.
Una vez el campamento estuvo recogido, el uzujin subió los escalones que precedían a la entrada del Templo de Uróboros. El símbolo de la serpiente devorando su cola tallado en piedra coronaba el arco de piedra que se alzaba frente a él. Un simple vistazo al interior de las ruinas revelaba que estaba oscuro como el sobaco de un grillo; necesitarían algo de luz. Akame extendió la palma de su mano derecha hacia arriba y murmuró unas palabras.
—Katon —un par de chispas anaranjadas quebraron el aire sobre su mano—, Kaijudentō no Jutsu.
Al comando del Uchiha le sucedió la aparición de una canica de chakra ígneo que levitó a su alrededor. La esfera estaba lo suficientemente concentrada como para emitir un aura de luz y calor que esclareció los alrededores en cinco metros a la redonda.
—¿Listo?
Una vez ambos hubieron terminado y guardado los restos de comida en sus petates, Ralexion le interpeló con actitud servicial. El uzujin se puso en pie, afianzando las correas de sus portaobjetos y su espada. Luego se quitó con cuidado la capa de viaje, la dobló y la guardó en su mochila.
—Vamos —afirmó mientras apagaba la pequeña hoguera echando tierra encima.
Finalmente ojeó el claro a su alrededor, y tras encontrar un árbol que le pareció adecuado, subió con ayuda de su caminata vertical y dejó la mochila bien atada a una de las ramas intermedias. No es que temiese que alguien llegara para robársela, pero los animales nocturnos bien podrían hacerle algún estropicio, atraídos por el olor a comida.
Una vez el campamento estuvo recogido, el uzujin subió los escalones que precedían a la entrada del Templo de Uróboros. El símbolo de la serpiente devorando su cola tallado en piedra coronaba el arco de piedra que se alzaba frente a él. Un simple vistazo al interior de las ruinas revelaba que estaba oscuro como el sobaco de un grillo; necesitarían algo de luz. Akame extendió la palma de su mano derecha hacia arriba y murmuró unas palabras.
—Katon —un par de chispas anaranjadas quebraron el aire sobre su mano—, Kaijudentō no Jutsu.
Al comando del Uchiha le sucedió la aparición de una canica de chakra ígneo que levitó a su alrededor. La esfera estaba lo suficientemente concentrada como para emitir un aura de luz y calor que esclareció los alrededores en cinco metros a la redonda.
—¿Listo?