21/12/2017, 17:17
Akame rió por segunda vez ante el chiste de su guía, que parecía tener un sentido del humor agudo y tan negro como sus ojos. «Quizás lo sea», se dijo después. En cualquier caso, el punto de vista de Ralexion no dejaba mucho lugar a malinterpretaciones. Allí había dos opciones claras; o bien el Uchiha de Uzu no había estudiado el tema tan a fondo como pensaba, o bien aquella sala no era el final.
Tras pensarlo unos instantes, Akame contestó.
—Probablemente se nos está escapando algo... Quizás haya algún pasadizo secreto tras estas paredes. Deberíamos revisar la sala —aventuró, convencido de que el ídolo con cabeza de lobo no tenía nada que ver en la simbología de Uróboros.
El Uchiha tomó entonces el lado derecho de la sala pentagonal y empezó a recorrer la pared desde la entrada hacia la derecha, en sentido antihorario. Caminaba despacio, pasando suavemente la mano por las aberturas y las grietas entre los bloques de piedra. «¿Y cómo demonios voy a saber si aquí detrás hay un pasadizo? Por las tetas de Amaterasu...»
En un momento dado extrajo su kunai del mecanismo oculto que llevaba bajo la manga derecha y empezó a tantear los huecos entre la piedra con la punta del arma, intentando intuir si tras ellos había alguna suerte de mecanismo. Continuó así hasta llegar a la primera pared derruida, tras la cual no había más que tierra, piedra erosionada y vegetación.
Tras pensarlo unos instantes, Akame contestó.
—Probablemente se nos está escapando algo... Quizás haya algún pasadizo secreto tras estas paredes. Deberíamos revisar la sala —aventuró, convencido de que el ídolo con cabeza de lobo no tenía nada que ver en la simbología de Uróboros.
El Uchiha tomó entonces el lado derecho de la sala pentagonal y empezó a recorrer la pared desde la entrada hacia la derecha, en sentido antihorario. Caminaba despacio, pasando suavemente la mano por las aberturas y las grietas entre los bloques de piedra. «¿Y cómo demonios voy a saber si aquí detrás hay un pasadizo? Por las tetas de Amaterasu...»
En un momento dado extrajo su kunai del mecanismo oculto que llevaba bajo la manga derecha y empezó a tantear los huecos entre la piedra con la punta del arma, intentando intuir si tras ellos había alguna suerte de mecanismo. Continuó así hasta llegar a la primera pared derruida, tras la cual no había más que tierra, piedra erosionada y vegetación.