21/12/2017, 17:48
(Última modificación: 21/12/2017, 17:56 por Uchiha Akame.)
El sonido del acero rasgando el aire se vió sucedido por un sonoro clonk cuando el kunai golpeó la figura del hombre lobuno. El ídolo cayó de su pedestal y se golpeó varias veces contra la plataforma, recorriendo finalmente un breve trecho de escalones hasta detenerse a los pies de Ralexion.
«¿¡Qué cojones...?!»
Akame había alzado la vista al intuir un movimiento brusco por el rabillo del ojo, y observaba ahora a su guía con gesto atónito. Ambos genin se quedaron quietos y en silencio un momento, mientras el eco de los golpes del ídolo contra el altar resonaban en el pasillo, fuera de la sala. Un sentimiento de anticipación cada vez más grande envolvió al Uchiha, que flexionó las rodillas y se preparó para...
Nada. No hubo un derrumbamiento masivo, ni una trampa sorpresa que empalase a Ralexion por cinco sitios distintos. Todo se mantuvo en calma y silencio, justo como antes de que el kusajin retirase aquella figura de su pedestal. Ahora la tenía a los pies, y podía apreciarla con mayor lujo de detalles.
Era un ídolo de unos dos palmos de altura que representaba el cuerpo desnudo de un hombre con la cabeza de un lobo de fauces abiertas y unos genitales desproporcionadamente grandes para su anatomía. Ralexion podría apreciar sin dificultad que la figura estaba hecha de un metal mate y oscuro, probablemente hierro, aunque en algunos recovecos estaba bañada de una capa plateada y brillante, muy deteriorada por el paso del tiempo y la humedad. Pesaba lo suyo y no se distinguían juntas de unión por ninguna parte, por lo que se podía decir que era una pieza maciza.
—No parece que tenga nada de especial —dijo Akame, que había activado su Sharingan para examinar el ídolo—. Como decía, probablemente no sea más que un señuelo para saqueadores —apuntó con la satisfacción de no haberse equivocado.
—Ayúdame a peinar esta sala, ¿quieres? Debe de haber algo más...
Luego el Uchiha se dió media vuelta y empezó a examinar con curiosidad los restos del muro derruido; incluso se atrevió a levantar algunas rocas.
«¿¡Qué cojones...?!»
Akame había alzado la vista al intuir un movimiento brusco por el rabillo del ojo, y observaba ahora a su guía con gesto atónito. Ambos genin se quedaron quietos y en silencio un momento, mientras el eco de los golpes del ídolo contra el altar resonaban en el pasillo, fuera de la sala. Un sentimiento de anticipación cada vez más grande envolvió al Uchiha, que flexionó las rodillas y se preparó para...
Nada. No hubo un derrumbamiento masivo, ni una trampa sorpresa que empalase a Ralexion por cinco sitios distintos. Todo se mantuvo en calma y silencio, justo como antes de que el kusajin retirase aquella figura de su pedestal. Ahora la tenía a los pies, y podía apreciarla con mayor lujo de detalles.
Era un ídolo de unos dos palmos de altura que representaba el cuerpo desnudo de un hombre con la cabeza de un lobo de fauces abiertas y unos genitales desproporcionadamente grandes para su anatomía. Ralexion podría apreciar sin dificultad que la figura estaba hecha de un metal mate y oscuro, probablemente hierro, aunque en algunos recovecos estaba bañada de una capa plateada y brillante, muy deteriorada por el paso del tiempo y la humedad. Pesaba lo suyo y no se distinguían juntas de unión por ninguna parte, por lo que se podía decir que era una pieza maciza.
—No parece que tenga nada de especial —dijo Akame, que había activado su Sharingan para examinar el ídolo—. Como decía, probablemente no sea más que un señuelo para saqueadores —apuntó con la satisfacción de no haberse equivocado.
—Ayúdame a peinar esta sala, ¿quieres? Debe de haber algo más...
Luego el Uchiha se dió media vuelta y empezó a examinar con curiosidad los restos del muro derruido; incluso se atrevió a levantar algunas rocas.