21/12/2017, 18:59
(Última modificación: 21/12/2017, 19:02 por Uchiha Akame.)
Ante la duda de Ralexion, que se preguntaba cómo podrían haber muerto aquellos esqueletos que Akame acababa de encontrar, el de Uzu se limitó a encogerse de hombros y señalar el muro derruido bajo cuyos escombros yacían los huesos.
—Supongo que a todo buen hijo de vecino le perjudica un muro de piedras del tamaño de jabalíes cayéndole encima —apuntó, con una risilla.
El kusajin bajó de un salto del altar por uno de los laterales, evitando las escaleras. Aterrizó con un sonoro clic y se agachó para recoger su kunai sin mayores problemas. Akame también se había dado por vencido en la búsqueda de un pasadizo secreto, pero justo cuando pensaba que su prometedora expedición acabaría ahí, su guía hizo un apunte de lo más inteligente.
—¡Es cierto! —exclamó el del Remolino—. Yo también lo vi. No podría asegurarlo, pero parecía lo suficientemente amplio como para que cupiese una persona y...
Akame calló de repente, porque algo acababa de encajar en su cabeza. «Un momento, nadie aterriza con un "clic"...»
La pared que estaba justo detrás de Ralexion empezó a derrumbarse de repente, como si el pentágono que formaba la base de aquella sala estuviera perdiendo uno de sus lados. Rocas, tierra y piedra se precipitaron en avalancha buscando engullir al kusajin bajo su abrazo mortal, de forma idéntica a como le habría ocurrido a los aventureros cuyos restos yacían al otro lado de la sala.
—¡Ralexion-san! —trató de avisarle Akame, mientras corría hacia la salida, rodeando el altar.
—Supongo que a todo buen hijo de vecino le perjudica un muro de piedras del tamaño de jabalíes cayéndole encima —apuntó, con una risilla.
El kusajin bajó de un salto del altar por uno de los laterales, evitando las escaleras. Aterrizó con un sonoro clic y se agachó para recoger su kunai sin mayores problemas. Akame también se había dado por vencido en la búsqueda de un pasadizo secreto, pero justo cuando pensaba que su prometedora expedición acabaría ahí, su guía hizo un apunte de lo más inteligente.
—¡Es cierto! —exclamó el del Remolino—. Yo también lo vi. No podría asegurarlo, pero parecía lo suficientemente amplio como para que cupiese una persona y...
Akame calló de repente, porque algo acababa de encajar en su cabeza. «Un momento, nadie aterriza con un "clic"...»
BROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM
La pared que estaba justo detrás de Ralexion empezó a derrumbarse de repente, como si el pentágono que formaba la base de aquella sala estuviera perdiendo uno de sus lados. Rocas, tierra y piedra se precipitaron en avalancha buscando engullir al kusajin bajo su abrazo mortal, de forma idéntica a como le habría ocurrido a los aventureros cuyos restos yacían al otro lado de la sala.
—¡Ralexion-san! —trató de avisarle Akame, mientras corría hacia la salida, rodeando el altar.