21/12/2017, 19:21
No le gustaba la idea de internarse en un agujero angosto a nivel del subsuelo, pero no parecían contar con una opción mejor y Akame aprobó verbalmente su plan. Así estaba siendo hasta que su colocutor se vio interrumpido.
Ralexion no había sido consciente del sonido que presagió lo que estaba por venir. Para él se había camuflado con el chasquido de sus sandalias al tocar el impávido suelo de piedra. Estaba encarado a Akame cuando sintió el temblor a su espalda, seguido del ensorcedor bramido de la estructura derrumbándose.
Ladeó el cuello lo justo y necesario para captar por el rabillo del ojo lo que se le venía encima. Con gesto temeroso, el Uchiha se lanzó sin cuidado alguno en dirección a su congénere, en plancha con las manos al frente, como si la vida le fuera en ello. Porque le iba.
Fragmentos de la pared le golpearon al vuelo en la cadera y en la pierna izquierda, impactos que dejarían un buen moratón. Incluso cuando el muchacho llegó a aterrizar de mala manera contra el suelo, la gravilla, tierra y piedras que trataban de tragárselo lo alcanzaron, cubriendo de sus pantorillas para abajo. Afortunadamente para él no parecía que hubiera nada serio en aquella amalgama, en su mayoría se trataba de suelo y pequeños fragmentos, nada que aplastase huesos.
Ahí quedó Ralexion, con el rostro pegado al suelo, inmóvil.
Ralexion no había sido consciente del sonido que presagió lo que estaba por venir. Para él se había camuflado con el chasquido de sus sandalias al tocar el impávido suelo de piedra. Estaba encarado a Akame cuando sintió el temblor a su espalda, seguido del ensorcedor bramido de la estructura derrumbándose.
Ladeó el cuello lo justo y necesario para captar por el rabillo del ojo lo que se le venía encima. Con gesto temeroso, el Uchiha se lanzó sin cuidado alguno en dirección a su congénere, en plancha con las manos al frente, como si la vida le fuera en ello. Porque le iba.
Fragmentos de la pared le golpearon al vuelo en la cadera y en la pierna izquierda, impactos que dejarían un buen moratón. Incluso cuando el muchacho llegó a aterrizar de mala manera contra el suelo, la gravilla, tierra y piedras que trataban de tragárselo lo alcanzaron, cubriendo de sus pantorillas para abajo. Afortunadamente para él no parecía que hubiera nada serio en aquella amalgama, en su mayoría se trataba de suelo y pequeños fragmentos, nada que aplastase huesos.
Ahí quedó Ralexion, con el rostro pegado al suelo, inmóvil.