22/12/2017, 00:29
—La sala se derrumbó sobre nuestras cabezas, Ralexion-san —percibió en un punto cercano a sí, en la oscuridad—. Antes de moverte, comprueba que no tienes nada roto. Creo que un par de cascotes te dieron de pasada antes de que pudiera sacarte de ahí.
Trató de moverse. De inmediato, un malestar generalizado —y muy desagradable— se le hizo obvio del torso para abajo. Gruñó de dolor según hacía en aras de incorporarse.
—Creo que roto nada, pero maldita sea como duele... —respondió a su compañero con ciertas dificultades.
Acto seguido, volvió a hacerse la luz. La técnica de la lámpara de Akame era indudablemente útil. Que pena que no tuviese a un genio dentro.
Pudo observar que sus ropajes se encontraban hasta arriba de polvo y algo rasgados, pero nada importante. Tampoco observó ninguna herida sangrante a simple vista. Barajó que habían debido de ser golpes secos, y precisamente lo fueron. Eran irritantemente molestos, pero podría haberle sido mucho peor.
Akame se aproximó para echarle una mano, y así hizo Ralexion, que le tendió la suya para que le ayudara a alzarse. El kusajin demostró no poder moverse con su soltura habitual, pero confiaba en que los daños asumidos no le convirtieran en una carga.
—Son solo rasguños, apretaré los dientes y no pasa nada —le aseguró—. Vamos a ello, tú delante, Akame-san.
Sí, ahora sentía todavía menos felicidad frente a la idea de internarse en un agujero tenebroso. No obstante, sabía que si tomaba la iniciativa solo retrasaría al uzujin, así que, después de todo, dos pájaros con una sola piedra.
Trató de moverse. De inmediato, un malestar generalizado —y muy desagradable— se le hizo obvio del torso para abajo. Gruñó de dolor según hacía en aras de incorporarse.
—Creo que roto nada, pero maldita sea como duele... —respondió a su compañero con ciertas dificultades.
Acto seguido, volvió a hacerse la luz. La técnica de la lámpara de Akame era indudablemente útil. Que pena que no tuviese a un genio dentro.
Pudo observar que sus ropajes se encontraban hasta arriba de polvo y algo rasgados, pero nada importante. Tampoco observó ninguna herida sangrante a simple vista. Barajó que habían debido de ser golpes secos, y precisamente lo fueron. Eran irritantemente molestos, pero podría haberle sido mucho peor.
Akame se aproximó para echarle una mano, y así hizo Ralexion, que le tendió la suya para que le ayudara a alzarse. El kusajin demostró no poder moverse con su soltura habitual, pero confiaba en que los daños asumidos no le convirtieran en una carga.
—Son solo rasguños, apretaré los dientes y no pasa nada —le aseguró—. Vamos a ello, tú delante, Akame-san.
Sí, ahora sentía todavía menos felicidad frente a la idea de internarse en un agujero tenebroso. No obstante, sabía que si tomaba la iniciativa solo retrasaría al uzujin, así que, después de todo, dos pájaros con una sola piedra.