23/12/2017, 03:09
Como un depredador que analiza a una presa quizá demasiado grande para él solo, la Sakamoto empezó a andar alrededor de él, como si buscase algún punto débil, alguna fisura por donde atacar. El Uchiha, que se sentía de todo menos seguro y a salvo, hizo que la sangre de su clan se materializase en sus ojos vidriosos por las lágrimas, con tres tomoe alrededor de cada pupila.
Pero la kunoichi, lejos de atacar físicamente, lo hizo verbalmente. Una pequeña burla que Datsue hubiese sabido capear en circunstancias normales. Aquellas, por desgracia, no lo eran. Estaba hundido. Acababa de descubrir que no había escapatoria posible de Shukaku. Que aquellas pesadillas le acompañarían por meses, años… quizá toda su vida.
Se clavó las uñas en las palmas de las manos de tanto apretar.
—Venga, vete a dormir, te hace falta.
¿Dormir? ¿Reencontrarse con sus mayores temores justo después de horas sufriéndolos? No. eso era lo último que necesitaba. Pero la suerte pareció sonreírle por una vez, porque la kunoichi, quizá cansada de su silencio, optó por continuar su camino. Del bosque al pueblo.
Por si acaso, esperó hasta que la luz de su candelabro fuese engullido por la penumbra, del mismo modo en que sus últimas esperanzas habían sido devoradas por la macabra sonrisa del Ichibi. Luego, arrastró los pies en la misma dirección, sin saber muy bien hacia dónde iba o para qué.
Tan solo quería tomar aire fresco, sentir el frío de la noche en su piel empapada en sudor. Pasados unos minutos, subió a un árbol que le gustó. Le recordaba al Árbol Sagrado del País del Bosque. Era grande, grueso, y con altas ramas. Una réplica en miniatura. Se subió a una de las altas ramas, y entonces…
… suspiró. Por un momento se le pasó por la cabeza colgarse del cuello con una cuerda y terminar con todo de una vez. Dejar de sufrir. Dejar de sentir nada en absoluto. Fue un pensamiento fugaz, tan pasajero como cuando tenía una idea altruista. Simplemente, iba en contra de su naturaleza.
Se arrebujó en su capa de viaje, se colocó el gorro de lana en la cabeza y esperó a que llegase el alba. Mucho antes de que eso sucediese, lloró. Al principio, por nada en concreto. Simplemente, se encontró terriblemente solo y desesperado. Sin nadie a quién acudir. Sin nadie con quien encontrar consuelo. Luego, sintió como su corazón se desgarraba, por así decirlo, dejando escapar recuerdos que había tratado de sellar en el olvido. Recordó a su padre, borracho y sin rumbo. Recordó a su madre, luchadora, que veía en el rostro de su propio hijo la vergüenza y la decepción. Un hijo que la abandonaba.
Recordó a Anzu, y su rostro al sentirse traicionada. Fue la última vez que la vio.
Lloró por todos ellos. Lloró por él. Lloró hasta que se le acabaron las lágrimas y le dolieron los ojos de tanto llorar.
Pero la kunoichi, lejos de atacar físicamente, lo hizo verbalmente. Una pequeña burla que Datsue hubiese sabido capear en circunstancias normales. Aquellas, por desgracia, no lo eran. Estaba hundido. Acababa de descubrir que no había escapatoria posible de Shukaku. Que aquellas pesadillas le acompañarían por meses, años… quizá toda su vida.
Se clavó las uñas en las palmas de las manos de tanto apretar.
—Venga, vete a dormir, te hace falta.
¿Dormir? ¿Reencontrarse con sus mayores temores justo después de horas sufriéndolos? No. eso era lo último que necesitaba. Pero la suerte pareció sonreírle por una vez, porque la kunoichi, quizá cansada de su silencio, optó por continuar su camino. Del bosque al pueblo.
Por si acaso, esperó hasta que la luz de su candelabro fuese engullido por la penumbra, del mismo modo en que sus últimas esperanzas habían sido devoradas por la macabra sonrisa del Ichibi. Luego, arrastró los pies en la misma dirección, sin saber muy bien hacia dónde iba o para qué.
Tan solo quería tomar aire fresco, sentir el frío de la noche en su piel empapada en sudor. Pasados unos minutos, subió a un árbol que le gustó. Le recordaba al Árbol Sagrado del País del Bosque. Era grande, grueso, y con altas ramas. Una réplica en miniatura. Se subió a una de las altas ramas, y entonces…
… suspiró. Por un momento se le pasó por la cabeza colgarse del cuello con una cuerda y terminar con todo de una vez. Dejar de sufrir. Dejar de sentir nada en absoluto. Fue un pensamiento fugaz, tan pasajero como cuando tenía una idea altruista. Simplemente, iba en contra de su naturaleza.
Se arrebujó en su capa de viaje, se colocó el gorro de lana en la cabeza y esperó a que llegase el alba. Mucho antes de que eso sucediese, lloró. Al principio, por nada en concreto. Simplemente, se encontró terriblemente solo y desesperado. Sin nadie a quién acudir. Sin nadie con quien encontrar consuelo. Luego, sintió como su corazón se desgarraba, por así decirlo, dejando escapar recuerdos que había tratado de sellar en el olvido. Recordó a su padre, borracho y sin rumbo. Recordó a su madre, luchadora, que veía en el rostro de su propio hijo la vergüenza y la decepción. Un hijo que la abandonaba.
Recordó a Anzu, y su rostro al sentirse traicionada. Fue la última vez que la vio.
Lloró por todos ellos. Lloró por él. Lloró hasta que se le acabaron las lágrimas y le dolieron los ojos de tanto llorar.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado