24/12/2017, 04:20
Datsue sentía un líquido cálido y pegajoso resbalando por un lado de su rostro. Tenía una brecha en la sien, de donde le manaba la sangre, aunque no podía saber qué tan grave era. En aquel momento, tampoco le preocupaba. El corazón parecía a punto de salírsele por la boca, y su cerebro, en lucha por no entrar en pánico, analizaba cada palabra o sonido que llegaba a sus oídos. ¿Quién era aquel hombre? ¿Qué quería de ellos? ¿Dinero? ¿Torturarles? ¿Matarles? Casi prefería saber que su vida estaba a punto de terminar que sufrir la incertidumbre de no saber lo que les iba a ocurrir.
Pero no podía hacer nada. A cada palabra que decía, le caía un golpetazo. Así de sencillo era anular su famosa lengua de plata, que tantos dolores de cabeza había causado a otros. Y a sí mismo.
Koko, que por el momento tenía la cabeza descubierta, sintió el nauseabundo aliento del hombre inundándole el olfato, y tuvo ganas de vomitar. Pudo distinguir que al hombre le faltaba un diente, un incisivo superior, y que otro lo tenía partido por la mitad. Tenía una barba corta pero desarreglada, y lucía una cara alargada y cansada, aunque dura como el de un viejo perro de pelea.
Esbozó una sonrisa macabra, sacando la lengua por el hueco de su dentadura, y se quedó mirando a la kunoichi con gesto intrigado.
Una repentina corriente de aire les envolvió. Oyeron el batir de alas, un leve temblor en la tierra. Era el gigantesco buitre, que finalmente había descendido.
—¿Qué significa esto, Kuma? —Primero, Koko oyó su voz. Un vozarrón, más bien, potente y profundo como un cuerno de guerra al anunciar batalla. Luego, le vio. Era un tipo alto, aunque mucho más delgado que el otro. Koko, habituada a vivir entre el lujo, supo distinguir en seguida que vestía ropas caras y buenas, pese a que una capa de mugre y suciedad le cubría, como si nos las hubiese lavado en mucho tiempo. Era pelirrojo, de melena larga y una barba rala del mismo color. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue su rostro, partido por una enorme cicatriz que nacía en su frente, pasaba por su ojo derecho, le cruzaba los labios y terminaba en el mentón. Su ojo derecho, además, estaba cubierto por un parche negro—. ¿Acaso no puedes desvalijar a estos niños de teta tú solo? —preguntó, soltando una carcajada seca. Sin alegría.
—Es el chico —rebatió el que parecía llamarse Kuma—. Les he oído. Creo que tiene el sharingan.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal del Uchiha. Un escalofrío que fue a peor cuando oyó las carcajadas del nuevo invitado.
—¡Cagonmimadre, Kuma! ¡Un jodido día de suerte! —le dio una tremenda palmada en el hombro. Kuma ni se inmutó— Saboréalo mientras puedas, no durará mucho —se pasó la lengua por los labios—. ¿Cuántas aspas? —preguntó con voz seca.
—¿Te crees que soy tan tonto de mirar a un Uchiha a los ojos? ¡Y yo que sé! —rugió—. ¡Míralo tú!
—¡Menudo pichafloja! —exclamó, con una risa envenenada. Pero no descubrió la cabeza de Datsue—. Tú —miró a Koko con su ojo sano. Sano, por decir algo, porque a la kunoichi no le transmitió eso, ni mucho menos. Más bien, le recordaba a la mirada de un perro que había contraído la rabia—. ¿Quién eres? ¿Cuántas aspas tiene el mojigato de tu novio?
Pero no podía hacer nada. A cada palabra que decía, le caía un golpetazo. Así de sencillo era anular su famosa lengua de plata, que tantos dolores de cabeza había causado a otros. Y a sí mismo.
Koko, que por el momento tenía la cabeza descubierta, sintió el nauseabundo aliento del hombre inundándole el olfato, y tuvo ganas de vomitar. Pudo distinguir que al hombre le faltaba un diente, un incisivo superior, y que otro lo tenía partido por la mitad. Tenía una barba corta pero desarreglada, y lucía una cara alargada y cansada, aunque dura como el de un viejo perro de pelea.
Esbozó una sonrisa macabra, sacando la lengua por el hueco de su dentadura, y se quedó mirando a la kunoichi con gesto intrigado.
Una repentina corriente de aire les envolvió. Oyeron el batir de alas, un leve temblor en la tierra. Era el gigantesco buitre, que finalmente había descendido.
—¿Qué significa esto, Kuma? —Primero, Koko oyó su voz. Un vozarrón, más bien, potente y profundo como un cuerno de guerra al anunciar batalla. Luego, le vio. Era un tipo alto, aunque mucho más delgado que el otro. Koko, habituada a vivir entre el lujo, supo distinguir en seguida que vestía ropas caras y buenas, pese a que una capa de mugre y suciedad le cubría, como si nos las hubiese lavado en mucho tiempo. Era pelirrojo, de melena larga y una barba rala del mismo color. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue su rostro, partido por una enorme cicatriz que nacía en su frente, pasaba por su ojo derecho, le cruzaba los labios y terminaba en el mentón. Su ojo derecho, además, estaba cubierto por un parche negro—. ¿Acaso no puedes desvalijar a estos niños de teta tú solo? —preguntó, soltando una carcajada seca. Sin alegría.
—Es el chico —rebatió el que parecía llamarse Kuma—. Les he oído. Creo que tiene el sharingan.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal del Uchiha. Un escalofrío que fue a peor cuando oyó las carcajadas del nuevo invitado.
—¡Cagonmimadre, Kuma! ¡Un jodido día de suerte! —le dio una tremenda palmada en el hombro. Kuma ni se inmutó— Saboréalo mientras puedas, no durará mucho —se pasó la lengua por los labios—. ¿Cuántas aspas? —preguntó con voz seca.
—¿Te crees que soy tan tonto de mirar a un Uchiha a los ojos? ¡Y yo que sé! —rugió—. ¡Míralo tú!
—¡Menudo pichafloja! —exclamó, con una risa envenenada. Pero no descubrió la cabeza de Datsue—. Tú —miró a Koko con su ojo sano. Sano, por decir algo, porque a la kunoichi no le transmitió eso, ni mucho menos. Más bien, le recordaba a la mirada de un perro que había contraído la rabia—. ¿Quién eres? ¿Cuántas aspas tiene el mojigato de tu novio?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado